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expresión de Martín de Aguirre, de 64 años (fol. 337), lo cual concuerda con la del presbítero «cura en interim» de Arizcun, para quien los habitantes malviven «no pudiéndose mantener sino con gran miseria» (fol. 346). Otro cura de Arizcun, Alejandro de Echebertz, nos ofrece una argu- mentación definitiva a su parecer: «ni para ocho meses (da ) 10 que le consta al testigo espezialmente en este lugar por hauer perzebido los frutos a podi- do hazer cargo delo que lleua dicho, pues siendo este lugar uno de los mas crezidos del Valle, y en donde suele ser maior la cosecha apenas llegan al año que más los frutos dezimales de su parroquia en espezie de trigo a tre- zientos y veinte robos, poco mas o menos, y a quinientos de maíz, y com- poniendose la feligresia de ochocientas personas de Comunion poco mas o menos, y mas de doscientos niños se haze patente que los frutos que da el pais no son suficientes para la manutención de sus habitadores» (fol. 348). Thomas de Asthrearena, de Arizcun, rebaja todavía un poco más: «ape- nas da trigo para la manutención de sus habitadores en dos meses... se man- tienen con pan de maíz.. . y aun asi no es suficiente para el sustento nece- sario» (fol. 349). Muy pintoresca es la diferencia que encuentran entre la manutención de los habitantes y el sustento de los capuchinos. Al hablar de los habitantes dan por aceptado que se sustentan de pan de maíz, castañas, sidra, manza- nas y tal vez nabos y mijo; al maíz y la castaña la gente está «connaturali- zada» según el presbítero Juan Bautista de Maiora, y «la maior y mas prin- cipal parte delos habitadores deste Valle se mantiene con pan de maíz» según Datue. En cambio los capuchinos se mantienen «de pan, vino y azeite y a temporadas de carnes» por lo que «les sería gravísimo pues vino y azeite no le hay y trigo no se coge lo suficiente y carnes conducen los Proveedores de Francia y otras partes» (Datue, fol. 279); el presbítero Fco. de Hugarena opina que «el alimento de estos (capuchinos) no puede ser como el de los naturales que se contentan con un poco de pan de maíz lo que no subzederia ni seria dezente para dhos padres Capuchinos para cuio alimento es necesa- rio pan, vino, azeite y carne.. .» (fol. 292). Siendo esto así los vecinos se verán obligados «a vender sus cosechas a menor prezio por comprar trigo para hacer la referida limosna ... y quitaran por lo menos la mitad de la ofrenda a los curas por darles limosna a los Padres Capuchinos» (Joseph de Barreneche, fol. 310) o «dejarían de comer lo necesario por hazer limosna». Se explica la deducción que Juan Miguel de Lecároz atribuye a los Jurados: «se hicieron cargo delo mucho que nezesita un convento de Religiosos para su dezente manutencion~. .. ipan, aceite y vino! Se siente alivio al leer las declaraciones, más optimistas, de los partida- rios de la fundación, y se alegra de saber que podían comer algo más que castañas y maíz.
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