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que adquirir la vecindad, y esto no era nada fácil en este tiempo. A los forasteros que llegaran a una casa, por matrimonio, se les exigía «antes de empezar a gozar de vezindad.. . dar en Junta General razón de su genealogía, y descendencia, y satisfaccion de la limpieza de su sangre y que en el interim no sean admitidos a cargos de honor de la Republica y que no tengan voz, ni voto en Juntas Generales, ni particulares, ni bazarres ni sean admitidos en ellos, y que no cumpliendo en dar dicha satisfaccion de limpieza de sangre, dentro de un año, pierdan el derecho de la vezindad»; la razón para seme- jante rigor en limpieza de sangre es trasparente, como una regata truchera «para que no se mezcle la buena sangre con la mala». '" Se prohíbe introducir nuevas vecindades, y se ordena levantar auto de los «fogares» que hubiere sin vecindad, para que no la puedan adquirir con el trascurso del tiempo, se ordena que no se introduzcan más fogares y que sólo el propietario de la casa vecinal, o un inquilino, pueda gozar de vecin- dad. l9 En los diversos documentos que aparecen otorgando poder al procu- rador, los vecinos firmantes siempre advierten su calidad de vecinos propie- tarios de las casas de su apellido; a veces si no coincide el apellido con el nombre de la casa lo advierten. En todo el proceso no aparece ni un solo individuo que tenga vecindad sin ser propietario. No se especifica si el derecho a asistir a los bazarres es sólo para los hombres; en la mayoría de los bazarres citados en el proceso, sólo aparecen hombres; sin embargo hay dos pueblos que al hacer el bazarre para otorgar el poder incluyen mujeres entre los asistentes: en Garzáin aparecen citados nominalmente 33 hombres y 8 mujeres, de una de ellas, Isabel Echegaray se dice que era viuda; nada se especifica de las otras siete, Gracia de Goiene- chea, Josepha de Numbere, María de Berecoche, María Presagaña y Graciana Iturrioz. Aunque al principio del documento parece que otorgan el poder como particulares, luego afirman al final que se hallan «Junta de bazarre hacientes y celebrantes, siendo combocados en su auto de bazarre segun tiene de uso y costumbre». En Azpilqueta aparece una mujer, Juana de Larraguiecheberri, viuda, al reunirse «junta de Bazarre acientes y celebran- 18 Ordenanzas, cap. LV, p. 36. En el capítulo LVI (que en l a edición lleva por error e] número LXI) se manda, también por razón de limpieza de sangre que "las mujeres" solteras que originarias, e hijas de vezinos de dicho Valle, que dexandose vencer de la fragilidad humana, o llevadas del vicio de la sensualidad, se conocieran carnalmente con mozos estrangeros .. se puedan, y ayan de echar fuera de él, assi a ellos, como a ellas, imponiendoles rigurosas penas ..." Cuando estos conocimientos se tenían con mozos del valle no 'se a.tribuyen ni a la sensualidad ni a la humana fragilidad de la mujer, sino que "siendo honesta y recogida" la privaron de su virginidad, y las tales privacio- nes eran bastante frecuentes a juzgar por los muchos litigios sobre este capítulo. Tal vez haya ocasión de comentar este aspecto de la vida social. 19 Ordenanzas, cap. 61, p. 38.

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