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para liberar a la serora de ir a Pamplona. Las demás seroras, sin excepción, hacen su alegación mediante procurador y presentan sus testigos en Pamplona ante el secretario del tribunal eclesiástico. Estos testigos no presentan más prueba que su palabra y su juramento de decir verdad «in verbo sacerdotis» o «sobre señal de la Cruz y santos quatro Ebangelios». Una vez negado todo parentesco con la suplicante e iden- tificados por su nombre, vecindad y edad aproximada, responden al tenor de la alegación hecha por la serora o a determinadas preguntas formuladas por el tribunal. Puesto que el escrito de la suplicante ofrece pocas variacio- nes no puede tampoco ofrecerlas la respuesta, salvo pequeños matices o de- talle pintoresco con que parece pretender impresionar o reforzar su testimo- nio. En cuatro puntos se centra su testificación: conocimiento que tienen de la peticionaria, años de servicio en la serorería, satisfacción del vecindario por su trabajo y ejemplaridad de su vida n~odelode honestidad, honradez y buenas costumbres. Todos conocen a sus respectivas peticionarias «de vista platica amistad y conbersaqion que con ella atenido y tiene», algunos añaden «desde que tiene uso de rragon» o «por estar el lugar muy cercano enpoca distancia que no hay un quarto de legua» «por estar en distancia de un tiro de ballesta» o vivir en el mismo barrio. Un punto en que parecía hacer hincapié la cita- ción era la falta de edad de las seroras, y por tanto es lógico pensar que este debiera ser el punto en cuyo examen fueran más rigurosos. Pues bien, sólo en un caso se cita la partida de nacimiento; en el caso de Catalina de Istilart de Lecároz que tenía 39 años. En los demás casos los testigos afirman la edad a ojo, por el aspecto o por afirmaciones de otros vecinos: «le parece según su aspecto sera muger de hedad de quarenta años poco mas o menos» «Y tiene por cierto este testigo terna la pressentante passados de quarenta años porque en todo el tiempo que sea tratado y comunicado era muger de hedad»; no deja de tener gracia la afirmación porque el testigo, hijo del Palacio de Vergara, tenía 29 años, 11 menos que la serora, y dice conocerla desde que tenía uso de razón, y ya entonces le parecía mujer de edad. Todos los testigos insisten en la buena fama y costumbres de las supli- cantes y dada la uniformidad de las expresiones que emplean, parace que el procurador hizo un trabajo preparatorio para evitar prolijidades o expresio- nes poco precisas. «Muy recogida onesta y birtuosa» son tres calificativos que utilizan casi todos; a veces añaden pequeños detalles que adornan el testimonio; así de la de Garzain se dice cavivido y vive en la cassa y com- pañia del Vicario de dho lugar quees tio carnal suyo» (según la suplicante es primo hermano suyo); a veces se amplifica con cierta redundancia verbal el testimonio: «sin que aya uisto oydo ni entendido cossa en contrario y en la misma fama y reputacion ha estado yesta yes tenida yreputada en dho
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