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JUSTIFICACIONES La ignorancia, la edad y otras circunstancias se alegan como excusa del ejercicio de un oficio sin título. La serora de Elizondo confiesa que «ha sido inquietada diciendo que ace el oficio de serora sin tener titulo y as assi queen esto no tiene culpa haviendose satisfecho el lugar y cabildo de su buena uida hedad y costumbres entro en la dha seroreria abra treynta años poco mas o menos Y despues aca lo aserbido y sirbe con satisfacion de todos a bista y tolerancia de los señores obispos y sus juezes y visitadores y sin duda que entraria con titulo sino que por el discurso de tantos años no se acuerda ni lo alla Y con su mucha edad tampoco sabe donde puede estar y aunque no tenia obligasion de mostrar titulo passados diez años sin embargo se allana a que se le de nuebo titulo». A María de Landíbar, serora de Errazu, «al tiempo y quando fue nombrada por tal le parece obtubo titulo con el discurso de cerca de treinta años que an pasado despues aca no sabe que se le aecho~, y excusa su asistencia personal por ser de edad de cerca de setenta años y «no parge ay necesidad de mostrar tales titulos passados diez años» (fol. 7 ) . María de Garaycochea, de Arráyoz, afirma que no sacó título por no «auer la costumbre de sacar tales titulos en dha valle y con toda buena fe» (fol. 13). A Estebania de Oarrichena de Arizcun, parece le convencen los hechos con- sumados, tomó el hábito de sorora para recogerse y vivir mejor y ha servido a la iglesia en la limpieza y en tocar las campanas «sin que para ello aya tenido nqessidad de aprobarse liqencia titulo ni otra cossa alguna», «por ser serbicio boluntario y no forzoso». La de Elvetea piensa que para barrer, limpiar los manteles y tocar las campanas no se necesita aprobación, salvo la aceptación de los clérigos. A Catalina de Mayora «como muger nada enten- dida en negg i os~parecióle que no necesitaba sacar títulos del tribunal. Catalina Vengoechea de Oronoz se atreve un poco más y afirma que ha servi- do «en virtud del otro nombramiento y costumbre que asta hoy se ha guar- dado en toda aquella valle» (fol. 44) . Tras asentar su buena fe, acrecentada por el hecho de que los visitado- res anteriores y obispos no les hubieran exigido título, todas las seroras del Baztán citadas, creen tener razones para que se les conceda el título, ya que las acredita su recogimiento, buen ejemplo, servicio esmerado en limpieza y cuidado de la iglesia, paños, albas y manteles. Las de mucha edad excusan su asistencia y el fiscal se da por satisfecho con que a la alegación del procu- rador se añada el testimonio de algún testigo. Catalina de Istilartea, serora de Lecároz, esgrime un complicado argumento para no acudir personalmente a Pamplona (fol. 35). En efecto, los gastos que le ocasionaba a la interesada el traslado a la capital eran superiores a lo que Catalina cobraba en todo el año por su oficio de serora, y si a esto se añade la «distancia tan grande,

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