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Las de Baztán intentan excusarse con una ignorancia, un poco extraña, si se tiene en cuenta la escasa distancia que media entre ambas zonas; es posible que no tuvieran mucho conocimiento las interesadas, pero resulta menos fácil de admitir esta ignorancia en vicarios y rectores de las iglesias; quizá toleraron todo ello por un cómodo dejar pasar o por no entrometerse en los derechos que creen tener diversos sectores sobre nombramiento de seroras. Las seroras de Aniz, Gracia de joanchotorena, y Berrueta, María de Hornaeche, no comparecen ni se las vuelve a citar, lo que parece indicar que desistieron de su oficio; la de Almándoz no comparece porque estaba metida por estas mismas fechas en otro pleito sobre serorería bastante más com- plejo; y la de Azpilcueta, junto con el pueblo, pone pleito al mismo Fiscal sobre derechos de nombramiento. Las demás comparecen: María de Azpilicueta ( o azpilcueta o azpilque- ta o aqpiliqueta) serora de Elizondo, Isabel de Barreneche, serora de Errazu, María de Landibar, de Errazu también, María de Yndartea serora de Gar- zain, María de Garaycochea de Arrayoz, Estebenia de Oarrichea o (huarri- chena) de Arizcun, Joana de Azpilqueta de Elvetea, Catalina de Istilartea de Lecároz, Joana de Salanoba de Maya, Catalina ( joana) de mayora de Ciga, Catalina Vengoechea de Oronoz, Catalina de Echeberena de Azpilicueta. Además de las seroras citadas que ejercían el oficio, había otras seroras de hábito, sin oficio en iglesia alguna: María de Echenique y Catalina Labidea de Errazu tomaron el hábito «voluntariamente y sin otro animo que el de querer bibir con toda onestidad virtud y recogimiento y serbir a Dios mejor desta manera como enefecto an procurado hacerlo assi despues aca que le profesan sinque por ello ni por su respeto aya avido por nengun caso cossa escandalosa ni malsonante sea», como ha sucedido con otras sus antecesoras, y como «con esta buena fe tomaron an traydo y traen las suplicantes el dho abito» suplican se les conceda seguir con el hábito y haciendo la vida que hacen. El rector Pedro de Echenique testifica por las cuatro seroras, dos nombradas por los patronos para el servicio de la iglesia y las otras dos «per- sonas principales y onradas quienes el dho abito lleban por ser recogidas y birtuosas y por su debocion nomas» (fol. 8 ) . También en Maya había una serora devota, María de Gilonmendia, «persona de hedad de quarenta y seys años antes mas que menos y que no asido cassada y aconse~ado su onesti- dad, Y que el avito de serora lo trae por su debgion sin tener rrenta ni serbir yglessia ydello y deque es muger birtuosa y recogida siendo necessario dara información cada y quando que fuere necessario» (fol. 23) . No debió de preocupar demasiado al Fiscal el asunto de las seroras devotas puesto que lo deja de lado -conformándose con las alegaciones remitidas.
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