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de las demas cossas y pretensiones y se desentiende el pleyto que llebaban contra la dha cathalina» (fols. 46-48). LAS CUEhTAS DE LA SERORA No parece que fueron muy generosos los vecinos de Almándoz ni el Rector de la iglesia, porque la pobre Catalina no tenía con qué pagar las costas. A 349 tarjas ascendía el precio total del proceso, cuya mitad pagó Alcualde en nombre de los vecinos el 7 de julio de 1626; Catalina que debía pagar la otra mitad se negó a hacerlo, alegando pobreza suma. Según la sentencia aceptada por el pueblo la serora debía recuperar los tres ducados prestados, recibir alguna suma por los servicios desde agosto y los haces de trigo; con todo ello es evidente que fácilmente podía pagar las 174 tarjas y 4 cornados que adeudaba. Por ello el tribunal no acepta la excusa y la amenaza con excomunión si no paga en el término de seis días; cuando el eficiente Juan Fermín de Verastegui se traslada a Almándoz a comunicar esta nueva provisión, no la encuentra por haberse marchado la serora, pero dos días más tarde la localiza en Pamplona y le comunica personalmente la citación. Ella sigue confesando «que ha llegado a mucha miseria y pobreza y por no tener vienes ningunos ni ocupacion para adquirir su sustento y en tanto grado que a no pedirlo por puertas perezeria de amb r e~ ;con esta con- fesión están acordes los testimonios de Martín de Martixena, de Berroeta, en cuya posada trabajó Catalina y del zapatero Miguel de Aguerre que coin- ciden en la extrema pobreza y necesidad de la ex serora «que aun para su comer se lo daban entre algunos deudos y otros vezinos de compasion y piedad»; parece que, por esta vez, estos testimonios fueron suficientes y Ca- talina obtuvo siquiera esta mínima victoria. Claudio ZUDAIRE

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