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VIDAL PÉREZ DE VILLARREAL En la Feria Técnico Agrícola que se celebró en Zaragoza en 1975, se le con- cedfa a don Pedro Obregozo un hermoso diploma de honor por Herrador de la zona y cuida de pequeñas afecciones de l'as patas del ganado: no sabe don Pedro de dón- de pudo llegar a la Feria su nombre y trabajo, pero alguien, admirador suyo y de su «arte de herran), quiso premiarle, dándole a la vez el espaldarazo oficial de su quehacer artesanal. Don Pedro Obregozo ha trabajado durante toda su vida en el taller heredado de su padre; con su hijo, también herrador, montó otro taller de equipo más tec- nificado en la vecina localidad de Oronoz, atendiéndolo dos o tres días por se- mana, pero ha optado por cerrarlo y desmontarlo por completo, por la actividad casi nula que actualmente se da en torno a este oficio de «herrador». De la misma forma han ido desapareciendo otros centros similares, localiza- dos en diferentes lugares del Baztán asi ha ocurrido con Marcos, el popular he- rrador de Elizondo y con otros como Ramirez el de Garzáin (Etxerri), o el de Arizcun ... Quedan hoy, además de don Pedro de Irurita, otros tres, uno en Eli- zondo, otro en Errazu y el tercero en Zugarramurdi (aunque no sea Baztán, lo incluyo en estas páginas porque acuden a él muchos baztaneses de la zona gana- dera de Orabidea). No hace muchos días me encontré en el barrio de Bearzun, próximo a Eli- zondo, con un artesano que no trabaja de manera oficial para el público, pero encuentra tiempo para ayudar a los vecinos y compañeros, y él mismo se prepa- ra las herraduras para su burro y las coloca con precisión. Tiene en uso una pe- queña dinamo para su casa, y el mando a distancia para poner en marcha la tur- bina posee dos alambres de hierro que se apoyan en una pieza de roble, donde las guias para los hilos de tracción están hechas con dos pequeñas herraduras de un humilde jumento. Es muy conocido de todos, por ser a la vez yuguero y fa- bricante de kaikus y chocles; se llama Bernardo Antxordoki. Dado el fin estrictamente monográfico de estas páginas, no creo necesario adentrarme en detallar la vida privada del artesano don Pedro: vida cristiana, sencilla y de trabajo. La mayor parte de los clientes de don Pedro procede del campo y utiliza con todos ellos el idioma propio del valle, el sueve dialecto baztanés del euskera; pero resulta difícil que don Pedro indique el nombre popular de los distintos instrumentos de su pequeiio taller, porque en su manejo y adquisición ha de uti- lizar exclusivamente la lengua castellana. La buena mano de don Pedro en el «arte de herrar)) se generalizó por todas partes y en los pasados años acudieron a su herreria infinidad de personajes de otras muchas regiones, incluso de la misma capital navarra, Pamplona; no falta- ban, naturalmente, los señores de esas solemnes casas solariegas baztanesas y de la regata del Bidasoa que hoy todavia admiramos; tenían todos ellos típicas cale- sas de transporte y recreo, arrastradas por esbeltos alazanes, y muchas veces les prestaba el mismo señor Obregozo los animales de tiro, por no disponer ellos de cuadra caballar. También el Ejército y la Guardia Civil de Fronteras acudió sienipre que le fue preciso a este artesano del barrio Ordoki, y a todos atendía don Pedro por igual, siempre con la mayor delicadeza posible. Además de herrador, el señor Obregozo se ha dedicado toda su vida al no menos noble arte de la cría del ganado caballar, son muchos los diplomas que

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