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DON PEDRO OBREGOZO SENOSIAIN. EL ARTE DE HERRAR Antes de colocar las herraduras en su lugar, se las traspunta o repasa con el puntero para dejar las claveras bien preparadas y se les da un repaso general en la bigornia, para acomodarlas exactamente a la pezuña correspondiente. En el taller del señor Obregozo se trata a todo vacuno siempre en el potro, evitando los inconvenientes antes descritos para el ganado caballar. En otros ta- lleres que él ha conocido, al no hacer uso del potro, no tienen más remedio que echar mano de las tenazas de compresión n d , como instrumento de sujeción y tor- tura a la vez; se diferencian de las tenazas de herrar en que terminan en dos me- dios cilindros que se introducen en la nariz. El dorso de la pezuña se prepara con el pujavante, ((blanqueando))el casco por debajo, y con las tenazas de cortar se les iguala la punta y borde de la pezu- ña con la herradura recién colocada. Para colocar la herradura, se introduce primero la pestaña en la región digi- tal, sin encorvarle hasta después de colocar todos los clavos. Si se han de colo- car las dos herraduras de las dos pezuñas, primero se coloca la interior. (Fotograftás 29) 30, 3 1, 32, 33 y 34). Renovado del herrado. En animales de trabajo, don Pedro Obregozo sigue la norma de renovarles las herraduras cada tres meses; la causa está en el desarrollo que en poco tiempo adquiere la substancia córnea de la pezuña o casco, molestando ya la herradura al animal. En casos especiales hay que atenerse al buen sentido del dueño del animal y del herrador, en vistas al recto cuidado del mismo. En una de estas charlas en su taller, escuchaba yo el sonido ritmico de unas herraduras en el asfalto de la carretera: «es nuestro mulo de trabajo, acabamos de herrarlo de nuevo; está ahora como un chico con zapatos nuevos)). Efectiva- mente, al poco ,desfilaba ante nosotros, como saboreando el ritmo musical que sus pisadas producian en el duro asfalto; le faltaban las campanillas para que la fiesta fuese completa. «El animal bien calzado trabaja mejor y más contento)), terminaba don Pedro. Herrado de los potros. Para proteger sus cascos, aunque no tengan defecto alguno, aconseja don Pe- dro Obregozo comenzar a herrar a los potros a la edad de tres años, procurando darles desde el primer momento un trato delicado, porque el caballo es el ani- mal que mejor corresponde al cuidado de los que lo tratan.
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