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VIDAL PEREZ DE VILLARREAL embargo, no creo que ni aun en los días de más frío descienda la temperatura más de 4 grados bajo cero». «El calor tampoco es excesivo, pues si bien hay en el verano días de verdadero calor, son los menos y aun en ellos las noches suelen ser agradables». «Los vientos reciben nombres especiales y propios de la región según la dirección de dohde soplan: así al viento Norte, que es allí bastante frecuente, le llaman cierzo; al Sur, bochorno; al Este, solano, al Noroeste, cabrero, y al Oeste, castellano. Los vientos Norte y Este son sanos y despejan el cielo; en cambio el Sur y Suroeste son precursores de tormen- tas. El Suroeste sopla poquísimas veces». «El pueblo está bien defendido del viento Este, por ser en ese lado donde están las mayores alturas de la comarca: en todas las demás direccio- nes un hermoso llano surcado por lindos caminillos tapizado de suaves matices y perfumado por delicado aroma, se extiende hasta lejanos hori- zontes. El gorjeo de los pájaros, el volar de las mariposas y el lejano canto de algún pastor que tranquilamente cuida del ganado, dan a aquellos campos una nota apacible, suave y serena, dulce bálsamo que eleva el espíritu a los más nobles pensamientos y deseos». Recordemos aqui las frases del señor Jordá mostrando la sensibilidad de la señora Carmen por la naturaleza, y sus vacaciones estivales de su Abáigar querido. «Por toda aquella comarca son en general las lluvias frecuentes, espe- cialmente desde principios de noviembre a fin de marzo, y las nieves abundan en los meses de invierno y comienzo de primavera». «Pocos son los años en que la sequía hace escasa la cosecha, y sin embargo, el labrador no ve premiados sus afanes en la época de la recolección; es un lugar tan castigado por las tormentas, que resulta lo más natural que una pedregada en pocas horas arrase todos los campos. A esto se debe en gran parte el empobrecimiento del pueblo, que de día en día se hace más patente». <<Bastante próximos al pueblo y en dirección Este y Sureste, se alzan arrogantes los altos de Monjardín y Montejurra, tan célebres en las guerras carlistas. Como su altura es muy considerable, arrastran las nubes tormen- tosas, que, una vez entre los dos montes, descargan con ímpetu sobre aquella comarca, inundándola en pocos momentos o cubriendo sus campos de una capa de granizo y piedra que siembra el pánico entre aquella pobre gente, pues viendo desaparecer la flor y el fruto de sus campos, vislumbra un año de privaciones, de miseria, en que no sólo será escaso el alimento y el vestido, sino que tendrá que recurrir al préstamo para poder pagar las contribuciones, que desgraciadamente no tienen espera». «Yo he tenido ocasión de presenciar algunas tormentas en este pueblo, y confieso que son espantosas; los caminos quedan convertidos en arroyos de rápida carriente; el agua penetra en las casas situadas.en el barrio bajo, viéndose precisados los vecinos a sacar el ganado, cuya vida peligra; las chispas eléctricas derriban árboles enteros, y las aguas hacen tales estragos, que yo he visto en una noche, digo mal, en un rato de la noche, abrir las

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