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VIDAL PEREZ DE VILLARREAL parte alta y baja del pueblo respectivamente. El barrio de abajo es mejor que el de arriba y en él se encuentra situada la iglesia del pueblo». «El de arriba tiene unas calles espantosamente feas y descuidadas, llenas de piedras que han estado en algún tiempo recubiertas con tierra, pero que debido al declive del terreno la tierra ha desaparecido arrastrada por las aguas. Al forastero se le hace casi imposible el transitar por allí, pero los naturales del país lo ven como la cosa más nautral y creen que nada hay mejor que su rinconcito». «Si el tiempo está húmedo la situación se agrava, pues en los puntos donde faltan las piedras se forman unos charcos enormes. Todo esto es debido a la desidia de los habitantes, pues si cada vecino se encargara de arreglar el piso delante de su casa en las épocas del invierno, en que no pueden trabajar en el campo, con muy poco esfuerzo tendrían las calles en debida forma». «Pero resulta que como ellos se han acostumbrado a verlas y pisarlas, no las encuentran tan mal y miran la reforma casi como un vicio. A veces ya suele oírse esta exclamación: ¡Qué mal están estas calles..!, pero no pasan de ahí». «En realidad no hay más que una calle, que comprende todo el pueblo y que lleva el nombre de su Patrón San Vicente. A ésta afluyen algunas callejuelas de poca importancia y que carecen de nombre». Qzlé calles! », comentaba don Narciso López: «eran horrorosas». Hoy se han pavimentado todas por completo y se ha trazado zlna perfecta condzlcción de aguas szlcias y de escorrentia, con lo que el trazado general, con su maraña de callejuelas estrechas y sinzlosas, presenta bzlenisimo aspecto. No las crzlza animal algzlno y son cómodas y limpias, pero conservando ese sabor a medievo qzle le proporcionan la sinzlosidad del conjunto, el desnivel del terreno y los edificios totalmente desigzlales en forma y altzlra, y de paredes de piedra vieja, dorada por el sol de Val-de-Ega. «Los trabajos que pudiéramos decir públicos, de interés común, como arreglar un camino, limpiar una acequia, levantar un muro, etc., y que ellos llaman trabajar para el pzleblo, se hacen por prestación personal, ofreciendo cada vecino un peón, que desde luego no cobra absolutamente nada». «En el pueblo no hay ninguna clase de luz en las calles, así que resulta verdaderamente aventurado el salir de casa una vez que la noche ha extendido su manto por aquellos contornos. Ya se ha pensado repetidas veces en instalar la luz eléctrica, pero se encuentran las fábricas demasiado lejos y como el número de luces pedidas por los vecinos de Abáigar es muy c.orto, no responden los beneficios a los gastos de instalación». No se habia acoplado a la tzlrbina del molino zln generador eléctrico de sllficierrte potencia para abastecer al pzleblo de luz por lo menos en las largas noches de invierno. «Existen en el pueblo 54 edificios destinados a vivienda, de los que 43 están habitados y 11 deshabitados accidentalmente. Además hay 32 desti- nados a pajares y corrales».

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