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DON JOSE MARIA DE LACOIZQUETA muchos botánicos nacionales y extranjeros desaparecieron luego de su muerte, al preparar la casa Rectoral para la entrada de su sucesor 12;es que don José María vivió su actividad parroquia1 en el centro de su feligresía, en el centro de «su pueblo», y no en su señorial residencia LACOIZ- QUETA. Porque a don José María no le comprendieron ni en vida, ni después de su muerte. No fue el clásico sacerdote español, con sus paseos diarios por los lugares más agradables de la campiña, saludando a sus feligreses con mimo y simpatía, sino el sabio absorto por la investigación, y, lo mismo en invierno que en verano, su búsqueda botánica fue incansa- ble. No olvidó empero su obligación primordial; en la introducción a su CATALOGO, dice así: «Es de notar también que es muy reducido el recinto de este valle donde he hecho mis exploraciones, y aun se puede decir que me he limitado a su planicie, pues no han pasado de dos o tres por año los días en que he subido a las alturas inmediatas. Las obligaciones de mi Parroquia, para mi siempre preferentes, no me han permitido excursio- nes más frecuentes y más largas» '3. Uno de los legados más fecundos que nos ha dejado don José María es un herbario elaborado con especial cariño. Se conserva en su totalidad, y en las carpetas que dejó sin ultimar, correspondientes a musgos y líquenes, he encontrado numerosos documentos, o parte de los mismos, que manejaría por aquellos días y se le quedaron entre sus queridos musgos, y, no por descuido, sino por haber echado mano de ellos en un momento de inspiración o de éxito en la clasificación del elíquen extraño y compli- cado». Entre estos entrañables documentos hay una carta de su mismo padre; está fechada en octubre de 1866 y se le invita a pasar por la casa paterna con su hermana Luisa, con motivo de una visita familiar de cierta impor- tancia. Otra, de 1878, está escrita desde Rentería por su primo José María Fernández; por ésta sabemos que los padres de don José María gozaban de buena salud y le felicitan «porque todos los días festivos te hacen compa- ñía ... » y otros detalles familiares sin interés para estas páginas, aunque siempre repletos de intenso calor humano. En magnífico papel timbrado hay una misiva de don Angel Fernández, residente en Pamplona (Chapitela, 21, principal); en ella se le habla del manifiesto del Señor D. Hortuño de Ezpeleta, Conde de Echauz, que «se presenta candidato para la Diputación a Cortes por este distrito»; pide voto y propaganda a su favor. Y en segunda carta de 7 de abril de 1879, le anuncia la llegada del «Conde a esos valles», con visita expresa para don José María en Narvarte. Una variada y larga epístola está fechada en LOS ABREUS (Ayunta- miento en el partido judicial de Cienfuegos, Cuba) el día 12 de febrero de 12. Boletín Sociedzd Aragonesa ... p. 144. En la página siguiente habla Don Fermín Irigaray de la existencia en la casa familiar de don José María de un conjunto de revistas religiosas y científicas, mezcladas con diferentes libros de botánica (p 145); no se conserva hoy nada de la pequeña biblioteca del sabio sacerdote, parece que pasó a otras manos técnicas y curiosas hacia 1922, pero hoy todo -ha desaparecido, dejándonos sin poder determinar el método por él utilizado. 13. CATALOGO, advertencias, p. 23.

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