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ARRAYOZ, UN LUGAR DEL BAZTAN. ESTUDIO ETNOGRAFICO Misericordia del Valle o asilo de ancianos y huérfanos. Se me ha subrayado que en el día de San Antón, no tanto en el de San Isidro, se procuraba no hacer trabajar a los animales, ni siquiera al humilde jumento para el transporte de algo o de alguien de una parte a otra. Supersticiones Todos estos pueblos han tenido muy poco de supersticiosos a pesar de las referencias al tema brujeril de los pasados siglos; no hay que olvidar que los encausa- dos en el tema de las brujas de Zugarramurdi se hallaban extendidos por todo el Valle de Baztán. He podido recoger los retazos siguientes, comunes a otras zonas de Navarra (por ejemplo en Valcarlos según testimonio de don José María Satrústegui). Al amenazar alguna tormenta, se solían quemar en el fogón bajo de la cocina ramas de laurel bendecido el día de Ramos y hierbas bendecidas el día de San Juan (hojas de nogal, de castaño, ramas de helecho, etc ...); se procuraba que no se hiciese llama, obteniéndose mucho humo; para ello se a lastaban las ramas en combustión 'f' con un trozo de madera pesado o con una paleta e hierro; con el humo formado por las plantas bendecidas se esperaba aplacar la ira de Dios (información general). Con el mismo fin se encendía una vela que se había bendecido en la iglesia parroquia1 el día de la Candelaria (2 de febrero) o después del oficio de tinieblas de Semana Santa. Juan Felipe Dendarieta, más empirista, recalca la conveniencia de cerrar bien todas las puertas y ventanas para evitar corrientes de aire, porque en este Valle de Baztán las tormentas suelen ser muy fuertes y «suelen caer muchos rayos, penetrando por ventanas y chimeneas de las viviendas»; generalmente no hay pedris- cos, pero sí aguaceros con fuerte viento: se les teme mucho a los rayos que acompañan a las tormentas. En vísperas de San Juan se bendice toda la casa y los prados más próximos a la misma, quemando hierbas y ramas bendecidas el domingo de Ramos; se colocan las ramas en una especie de sartén de metal de gran tamaño y se les quema de forma que produzcan solamente humo; con la sartén humeante en la mano se recorren todos los lugares indicados, invocando las bendiciones del cielo; no se recitaban oraciones especiales, se rezaba lo que a cada uno se le ocurría en el momento, según las necesidades de la familia. Anastasio se extraña de la poca fe que se tiene hoy en estas cosas; él sigue con la tradición y todos los años, al amanecer del día de San Juan, coloca ramas de «gorrillón» (espino blanco o de albar, elorrie) en los marcos de las ventanas de su casa, en la parte de atrás porque las mujeres no le dejan colocarlos en las de la fachada, donde debería hacerse. «¿Ya me entiendes?», prosigue Anastasio; «hay otro elorrie que es negro, pero ése no debe ponerse en las ventanas; es el que sirve para hacer pacharán con el fruto que da; lo he preparado muchas veces, aunque nunca he bebido cosas de ésas». Y sigue Anastasio: «Cuando yo era chico, se levantaba la madre muy de mañana el día de San Juan, antes de salir el sol, cogía agua de la fuente nos hacía beber a todos del agua primera de ese día. Después recorríamos todos déscalzos los prados próximos al caserío pisoteando el rocío de la mañana de San Juan, y nos restregába- mos la cara fuertemente con el rocío recogido con las manos de las hierbas del prado que pisoteábamos». «Era una diversión en medio de todo». El señor Urreaga (Bernardo) recuerda también esas costumbres con añoranza y siente que hoy se hayan abandonado todas esas «cosas tan bonitas»; recuerda también cómo al llevar el viático a los enfermos iba el sacristán con el cura tocando una cam anilla y cualquiera que se encontrase con ellos se ponía de rodillas; hoy casi le h a b i n de tú al sacerdote sin hacer caso de lo que lleva entre sus manos consagradas; «han cambiado también en esto mucho las cosas y las costumbres».

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