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ARRAYOZ, UN LUGAR DEL BAZTAN. ESTUDIO ETNOGRAFICO hacía la conducción del cadáver al poco tiempo de la defunción, sin funeral, y acudían pocos: los familiares y los vecinos y no todos. A los garraieri se les daba después en la casa del difunto una buena cena; se trata de los jóvenes que se solían ofrecer a llevar en hombros el ataúd del difunto con el cadáver dentro. A los dos o tres días del entierro tenía lugar el funeral al que asistían todos los familiares y vecinos; siempre ha sido y es esta fecha o acontecimiento luctuoso el que más número de familiares reúne. Había varias clases de funerales según la cotización económica a la parroquia y venían de otros pueblos mayor o menor número de sacerdotes para las honras fúnebres. Los funerales de primera exigían nueve «curas»; los de segunda, siete, y los de tercera, tres. Anastasio dice con gracejo no exento de realidad y de sorna que «en los funerales, los de casa del muerto lloraban y estaban tristes y en cambio los curas cantaban y parecían estar alegres». Los sacerdotes no solían comer en el domicilio del difunto, sino en casa del los invitados al funeral lo hacían en ocasiones en casa del difunto y otras veces en y a posada o en algún otro establecimiento de comidas del pueblo. Hoy han desaparecido todas estas clases de funeral e incluso el ban uete familiar, por verificar- se las honras fúnebres por la tarde y disponerse con facili ad de medios de transporte rápidos y personales. 1 Para las fiestas patronales no se invitaba a nadie personalmente y se recibía en casa a todos los que acudían a ella; para los bautizos, solamente a los padrinos y copadrinos y en las bodas se reunían bastantes de ambas familias, invitados general- mente de palabra; hoy se ha eneralizado la invitación mediante tarjetas impresas d especiales, con su forma estan artizada. En los días del bautizo no se regalaba nada a nadie; en las bodas se hacían regalos de objetos de uso doméstico de bastante valor a los novios. En estos pueblos, la mujer y el hombre han trabajado y siguen trabajando por igual en el campo y en el cuidado de los animales domésticos, estabulados o no. Fermín Iri aray decía a principios de siglo que la mujer llevaba el peso mayor del trabajo de f a borda y caserío y que el varón se dedicaba más a viajar con excusas de negocios con los demás vecinos. La mujer se ha sentado siempre a comer con su marido y con los demás miembros de la familia, teniendo en cuenta que, siendo a la vez cocinera y sirvienta, nunca comía antes para servir a los demás. En este lugar de Arráyoz y en general en toda la región, no se hace ninguna fiesta especial al reponerse la madre del alumbramiento de algún hijo; no existían entonces los centros de maternidad, se daba a luz en las casas atendidas por alguna vecina experta o a lo más por el médico de cabecera. Las vecinas solían visitar a la madre al poco de haber dado a luz y le obsequiaban con alguna gallina o pollo. Al comentar este tema me han indicado varias de las mujeres encuestadas que ellas no podían salir de casa para nada antes de pasar por la iglesia para «hacer la entrática~ (bendiciónpost parturn); en caso de necesidad tenían que colocarse sobre la cabeza una teja de las de tejar las casas, por ejemplo al salir a la fuente para recoger agua (Recogió ya esta costumbre J.C. Baroja para pueblos próximos al Baztán). Se celebraba en todas las familias el cumpleaños de cualquiera de sus miembros, sin nota es ecial digna de mención; ya se señaló que ese día le obsequiaban al homenajea E o con un huevo frito (Fernando Carricaburu). La primera comunión Las personas octogenarias hablan de los cambios que ha experimentado la edad de la primera comunión; conocieron la época antigua en que se celebraba a los doce o trece años, la época posterior a San Pío X en que se hacía a los siete y la actual en que se celebra aproximadamente a los nueve años a juicio del párroco y de los padres de

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