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VIDAL PEREZ DE VILLARREAL recogidas antes del año 1920 por el folklorista padre Donostia (P. José Antonio de San Sebastián); en su colección no existe ninguna canción referente a bendiciones de comidas o cenas. Ayunos y abstinencias Todos están de acuerdo en que no se hacía ningún caso de los días de ayuno, porque les habían enseñado que sus trabajos eran muy duros y que no les era posible resistir toda la mañana sin tomar algo fuerte en el desayuno o en el almuerzo. Bernardo Urreaga recuerda que «los curas daban un papel que llamaban Bula, por el que se dispensaba de casi todos los ayunos del año».Juan Gortari añade que su madre no solía almorzar nada con ellos cuando les preparaba para bajar a la escuela,.y les decía que ella era persona mayor y que tenía que hacer algún sacrificio comiendo menos que los demás días. En cambio, se guardaba la abstinencia con toda fidelidad y ese día se suprimían por completo los derivados de cerdo y se substituían por huevos, leche y talo en mayor proporción que los demás días. Días de manjares especiales Además del santo de algún miembro de la familia, se señalan como días extra, los domingos y las fiestas patronales, Nochebuena y Pascua de Resurrección. El señor Juanicotena recuerda los días de trilla en la ue intervenían más de diez hombres de diferentes pueblos y caseríos, la comida se acía a base de sopa, pollo, B R natillas, vino, sidra y algún licor a la hora el café, generalmente anís; no se empleaba el aguardiente. Se sembraba poco trigo en las casas y caseríos del Valle, y, para trillar esta corta cosecha, se hacía uso de unas locomóviles muy antiguas de rocedencia francesa; estas máquinas de vapor movían las trilladoras, sumamente ru 8. imentarias; no hacían más que desgranar las cabezas de las espigas de los cereales, trigo y cebada. Dado el tipo de clima del Valle, esencialmente húmedo, no era posible desmenuzar la caña de la paja del cereal y no se trabajaba sobre eras, como en otras regiones más secas; anteriormente a estas trilladoras se desgranaban las espigas a base de golpes en tableros colocados en plano inclinado (Fig. 3."). La máquina de vapor se arrastraba hasta el lugar de la trilla con una pareja de vacas; otra yunta similar llevaba el combustible consistente en madera de roble, haya o castaño bien seleccionada y cortada a linea con el hacha; estas piezas de madera se llamaban rajas; una tercera yunta arrastraba la trilladora que anunciaba su puesta a punto con los pitidos penetrantes de la locomóvil. El desmenuzado de la paja y el cribado del grano se hacían después en la misma casa, a mano o con otros mecanismos sumamente rústicos. Constituía un verdadero acontecimiento esta operación de la trilla, por su aparato externo y por su novedad; véase en la figura 3." un esquema de la locomóvil y la trilladora, según datos pro orcionados por don Martín Juanicotena, uno de los que dirigieron artilugios artesana 7 es de esta clase. También se comía mejor el día de la matanza del cerdo; de ella se hablará en párrafos posteriores. Fueron muy frecuentes en estos pueblos durante todo el siglo XIX y primera mitad del siglo actual, las hornadas de cal; también se necesitaba para estas operacio- nes mucha mano de obra. Terminado el cocido de la piedra caliza, se sacaba la cal viva se transportaba y extendía en los campos señalados por el dueño o promotor hornod. e la hornada; se consideraba entonces este producto como abono impres- cindible para los campos de maíz o de legumbres; después de las guerras civil mundial cayó esta técnica en total desuso debido a factores muy variados, principa r - mente a una dirección mejor planificada desde el departamento de agricultura de los

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