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se conexiona con una sociedad que vive en una de– terminada época. Y ésta a su vez, se halla inmersa en el devenir de las generaciones humanas que son los agentes primordiales de la historia. Este deve– nir es único y singular. Y a éste tenemos que acer– carnos para poder captar la historia. Cuán difícil sea este acercamiento queda paten– te al advertir los tres estratos que tenemos ante nos– otros: el individual, el social y el devenir gene ra– cional. Cada uno ofrece sus dificultades. Pero és– tas deben ser un estímulo para lograr por los méto– dos adecuados la captación de esa realidad singu– lar que es la historia, única, fluente y compleja. Se abre aquí un inmenso campo de labor para historiadores y filósofos. Y ya es hora de que se den la mano para, coníuntamente, preparar el ne– cesario instrumento con el que el teólogo se ha de acercar al hecho salvífica cristiano en el que la vi– da íntima de los individuos se entrecruza con la de la sociedad en que viven y con el devenir gene– racional en que se hallan inmersos como una gota de agua más en la corriente. Aunque gota respon– sable. Pensamos en este momento en los profetas bí– blicos, hombres de una rica psicología individual, inmersos en su circunstancia histórica y con la mi– rada puesta en los destinos de su pueblo. ¡Qué mag– nífico y qué dificil el acercamiento a estos próce– res de la historia bíblica! 98
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