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cos, a partir de las penetrantes de San Agustín en sus Confesiones, son un modelo de acercamiento a lo intransferible y singular. Con razón afirma Bult– mann que la autobiografía sólo ha sido posible des– de el repliegue cristiano del alma sobre su mismi– dad 11. Este método de introyección en la propia alma y en la ajena es practicado, como por instinto inte– lectual, por muchos autores bíblicos. Y sin embargo, no ha habido acercamiento a ellos desde la ciencia teológica porque era necesario eliminar un obstácu– lo que históricamente fue insuperable: el concepto de ciencia según Aristóteles. Esto lo hace ver muy bien el análisis de una men– talidad muy significativa en la edad media: la que trasp i ra la Summa Alexandrina, así llamada por ha– berse atribuído a Alejandro de Hales, aunque en ella hayan colaborado én gran parte sus discípulos. Su valor en la historia del pensamiento es extraordina– rio porque embalsa la ideología propia de la prime– ra escuela franciscana del siglo XIII, que culmina en San Buenaventura. Distingue la Summa Alexandrina cuatro clases de saberes: la sabiduría o teología, la filosofía pri– mera o metafísica, las ciencias y artes universales y la historia. Esta, que viene en cuarto lugar como saber, no puede en manera alguna alevarse a la ca– tegoría de ciencia, entendida ésta según el módulo 11. Histoire et eschatologie, Neuchatel 1959, 199. 95
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