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la historia de la llamada de Dios y de la respuesta de- los hombres: los unos aceptan con amor su man– dato y constituyen la Ciudad del Bien; los otros lo rechazan, replegados en su amor propio, y forman la Ciudad del Mal 26 • Todo esto nos hace ver que nos hallamos aquí ante un rico filón que puede enriquecer la visión teológica de la historia. c) Visión dialógica En otro estudio hemos contrapuesto la visión dialéctica de la historia a la visión dialógica. La primera interpreta la historia humana de oposición y lucha. La segunda es la historia bella de la acción comunitaria de cuantos caminan hacia la misma me– ta, guiados por unos mismos ideales. La primera responde a realidades históricas innegables que no han debido suceder, pero que de hecho han sucedi– do. La segunda es la historia ideal que nunca se ha dado plenamente pero que debe ser la meta a la que hay que aspirar y el criterio para juzgar de la historia empírica. A más dialéctica, más lucha y más peligro de convulsión y muérte. A más diálogo, más expansión de las fuerzas creadoras, y más esperan– za de un futuro mejor. Tenemos un mentor de la interpretación de la historia desde la visión dialógica. Es el pensador judío M. Buber. Meditando en la historia de su pue- 26. Cf. L. STEFANINI, El problema de la persona en San Agustín y en el pensamiento, contemporáneo, en Au– gustinus I (1966) 139-152. 80

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