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te no haya llegado nunca a plena sazón en este te– ma. San Agustín dio sugerencias iluminadoras, so– bre todo en su obra monumental sobre la histo ria, De civitate Dei. Pero durante siglos estas luces ape– nas han podido lograr irradiación a causa del espí– ritu de sistema que ha predominado en los grandes pensadores cristianos, supeditados en demasía a la metafísica griega 15 • La segunda advertencia quiere subrayar que la visión de la historia, cuya panorámica desearíamos presen~ar, renuncia a hacer concesión alguna a lo que hoy pide "la calle". El filósofo debe conocer la vida reai de su momento histórico con rigor cie ntífi– co que otros saberes le han de proporcionar. Debe, después, meditar sobre ella. Y a la luz de los eternos valores que no cambian juzgar de lo positivo y ne– gativo de su momento. Frente a ~a tendencia de "la calle" que tiende a canonizar el hecho, la filosofía consciente debe velar sobre su misión de guía. Más que en otros momentos de la historia esta observa– ción es necesaria en el día de hoy, 1 cuando l<aten– tación de sucumbir al ambiente es sumamente in- 15. El teólogo Z. ALSZEGHY, Einteilung des Textes in mittelalterlichen Summe, en Gregorianum 27 (1946) 25- 62, nota que no es algo casual que los representantes medievales del sistema analítico de "distinctiones, arti– culi, quaestiones", etc., pertenezcan a la corriente aristo– t élica, mientras que los agustinianos prefieren en sus su– mas una disposición de índole histórica. En este sentido es paradigmático el Breviloquium de San Buenaventura planead .o desde la Historia salutis frente a la siste– matización de la Summa de Santo Tomás, en la que la división en quaestiones y articuli alcanza una plenitud de síntesis nunca superada. 70

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