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sal esfuerzo. Ingente cantidad de documentos ven la luz en las monumentales colecciones que reciben el nombre de Monumenta. Sobre ellas se elabor a– ron grandes histor ias generales y particulares que son la gloria de este siglo historiador. Y sin embar– go, este siglo, tan rico en acumular hechos, es po– bre en su esfuerzo por interpretarlos. Nos ha dado tan sólo dos visiones fundamen tales de la histori a, igualmente inaceptables: la dialéctica y la pos itiv is– ta. Ambas son incapaces de elaborar los presu pues– tos filosóficos necesarios para una teología de la historia. En el siglo XX se han multiplicado las vis iones de la historia. Casi no hay pensador de altura que no haya formulado su visión respectiva. Pero no se ha llegado a una visión integral de las mismas. Pe– se a ello, podemos exprimir el jugo sustancios o de las mejores. Es posib le que por este camino, no de eclect icismo, sino de selección asim iladora y sin– tética , podamos ir entreviendo esa visión int eg ral que no tenemos formu lada, pero que esperanz ada – mente pudiéramos llegar a tener. En largas reflexiones sobre este tema hemo s ll e– gado a la conclusión de que una visión integra l de la historia debe ser orgánica, personafista y di aló– gica. Estas tres notas pudieran ser el punto de partida de un profundo análisis del desarroll o his– tórico . Creemos que lo mejor del pensamiento ac– tual sobre la historia se resume en ellas. Recogen estas notas las diversas corrientes de hoy día que intentan aclarar el misterio de la historia. Nin~ una 68
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