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pio segundo lo comenta ampliamente. Con su razo– namiento quiere demostrar que son los factores ma– teri ales y biológicos los que determinan de modo necesario el desarrollo progresivo de la humanidad. La fucha por la existencia, según la tesis darwinia– na, ~ealiza implacablemente la selección de los me– jo res que son siempre la aurora de un mundo nuevo y más perfecto. Al llegar aquí podemos intentar una respuesta a nuest ra pregunta inicial. Breve y apretada ha sido la exposición. Pero creemos que es suficiente para poder estimar lo aprovechable e, igualmente, lo inep to del positivismo histórico para una teología de la historia. Conceptuamos de pe renne valor el " pri– mer nivel" que hemos señalado en la escueta histó– rica: la determinación del hecho histórico. Si Dios ha revelado su plan salvífica en documentos escr i– tos estilo humano, el estudioso de estos documentos puede y debe aprender mucho de los métodos crí– ticos que nacieron con la escuela historia. Estos mé– todos deben seguir siendo utilizados con máxima exigenci 'a. Es bien significativo que al tomar en las manos la obra de M.- J. Lagrange, La Méthodique historique 11 , y la más reciente de H. Zimmernann , t écnica del futuro de la que depende la historia . La tec– ni ficación y ma sificación más pavorosa asom a detr á s de esta s ideas. Poca aportación puedan dar ellas a una teo l ogía de la historia que sefiala metas y caminos tra s– cend ente s. (Para una visión de la historia por el neopo– sit ivismo véas e K. POPPER, La mi seria del hi sto r ici smo, Madrid 1961). 11. La m éthode historique. La critique bibliqu e et l 'Egl i se. Introduction p ar R. DEVAux, P arís 1966. 65
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