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zona desde los princ1p1os de este sistema y deduce sus consecuencias. Nos referimos a G. Le Bon, hoy filósofo poco citado, pero que en su día resumió el ideal positivista, ligado a un materialismo total. Oi– gámosle a él mismo en un p.asaje bien significativo: "La idea de la influencia de las voluntades divinas que di rigen la marcha del mundo, aún muy arraiga– da en la vída de los pueblos, se desvanece cada día más ante el determinismo que ve en la necesi– dad el alma directriz de las cosas" 9 • Ya sabemos, según esto, dónde se halla la clave de la historia: en la necesidad férrea que encadena unos hechos con otros según la ley de la causalidad que actúa necesari ·amente, según expone con detención en otros pasajes de su obra. Complemento de este principio de la necesidad histórica es este otro por el que se vincula la visió n de la historia a la concepción general del mundo fí– sico : "La filosofía de la historia no es más que el último capítulo general del universo" 10 • Este princi- 9. Bases científicas de una filosofía de la historia, Madrid 1931, 13. 10. !bid., 17. Hoy se halla más vigente el neoposi– tivismo que el positivismo. Pero su alejamiento es mayor r especto de la teología de la historia. Declarar un sin– sentido toda proposición sobre lo trascendente es negar que la teología de la historia tenga algo que decir a la int eligencia . El neopositivismo ve la historia bajo el sig– no del desarrollo técnico, quien decidirá de los modos de vivir en el futuro. Y del mismo modo que los proce– dimientos t écnicos no admiten más verdad que la .par– cial de un resultado siempre rectificable y perfectible, del mismo modo la historia humana es un tanteo por los caminos de la t écnica hacia un ulterior desarrollo cuyas metas ignoramos. Como ignoramos igualmente la 64

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