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pecialmente en la hermenéutica de la escuela de Bultmann . Pero, como dijimos, pone en peligro o llega a eliminar la continuidad histórica, sin la cual es impensable una teología de la historia. En este sentido hay que conceder a la objeción de Bultmann contra O. Cullmann que Hegel se halla más cerca de la teología de la historia que el decisionismo existencial. Pero ¿podemos aceptar la dialéctica hegeliana como presupuesto filosófico de la teolo– gía de la historia? Es esta dialéctica un supremo esfuerzo para someter la historia a la razón. Pero este esfuerzo, ~:iparenter:nente noble, hay que pagar– lo con la renuncia total a la trascendencia. Dios que– da implicado en el hacerse del hombre, de tal sue r– te que sólo por éste se va realizando a lo largo de la historia. El diálogo Dios - hombre, tan vivo y per– sonal en la dialéctica binaria, carece de sentido en esta dialéctica tern·aria, en la que sólo cuenta la ley interna del desarrollo íntimo del Espíritu Absoluto. Este se va encarnando en el espíritu de los pueblos rectores de la historia, de aquellos que en un mo– mento dado de la misma son sus agentes decisi– vos. 3 • Este idealismo histórico, en el que la razón lo es todo, cambia de sustrato básico en el marxismo 3. Desde la lógica y la filosofía de la historia ha est udi ado las consecu encia s nefasta s d e esta visión de Hegel, el prof esor de la Univ ersidad de Viena , L. GABRIEL en sus obra s, Lógica integral, Madrid 1971, y Hombr e y mu ndo en la encruci j ada, Madrid 1963. 58

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