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de l laicismo de todos los tiempos a esta meta-histo– ria trascendente. Hasta se juzga contradictoria su misma enunciación, al objetar que en esta visión el hombre no es un factor responsable, sino un mani– quí, manipul'ado desde el exterior. Un pensador cris – tiano sabe que topa aquí con un insondable miste– rio: el de la libertad humana . Nuestro gran drama– turgo Calderón puso de relieve este misterio en el auto sacramental, El gran teatro · del mundo. Dios supremo Hacedor, llama a la existencia cuand o le p!ace. Y dirige con inescrutable consejo todos los destinos. Pero deja a cada uno de los seres huma– nos l'a libe rtad de aceptar o repudiar su llamada. ¿Y no es la inmortal obra de Calderón una síntes is de la visión bíblica de la historia? Nos parece que en este momento los presup ues– tos filosóficos de la disputa entre Bultmann y Cull– mann aparecen claros. Cullmann, sin preocupa rse de filosofías , acepta de hecho la que termina mos de proponer. Y dentro de ella describe la his tor ia salutis como un grand ioso proceso histórico en el que Dios va llamando a los individuos y a los pue– blos. Nada de hegelianismo se advierte en esta teo– logía de la historia, contra lo que piensa Bultma nn. En Hegel todo es resultado e inmanentismo total en el que la libertad responsable es radicalmente eli– minada por mucho que se hable de la liberta d del todo. Por el contrario, en la historia salutis Dios pro– vi dente va llamando en cada uno de los kairoi de que nos habla la página bíblica. Y la libertad huma– na va respondiendo con el sí de la .aquiescenc ia o con el no de la repulsa. 52
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