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Ya vimos que Ortega, al meditar sobre la histo – ria, titula su pequeño estudio, Historia como siste– ma. Es decir; desde el frontis nos anuncia que la historia es inconcebible sin sexo y vinculación. El gozne de la misma son las generaciones que se re– lacio nan entre sí en aproximación o choque. Pero siempre dentro de un sistema, de una conexión en– tre el pasado que impone su módulo y el porvenir que se proyecta como una ilusión esperanzada. Or– tega, con una insistencia que se le ha reprochado, sub raya que muchas de las mejores ideas de Hei– degger fueron anticipadas por él. Pensamos que en el tema de la historia se le anticipa y le supera. La histor ia, como vínculo y sistema, no es valorado por el Heidegger de la primera etapa de su pensamiento. Pero se afirma netamente por el pensador hispano. Esta visión orteguiana de la histori'a puede ser utilizada en teología de la historia. Pero es necesa– rio que antes sea completada con las aportaciones de los pensadores cristianos. Nos referimos en con – creto 'a la visión agustiniana de la his toria, repetida por Bossuet, retocada por Vico y que ahora vuelve de nuevo, a los ambiéntes teológicos. El pensamien – to cristiano hace ver que sobre las gene raciones hu– manas que se van sucediendo unas a otras en abra – zo o en lucha, hay un supremo rector de la misma quien, sin negar las eficiencias humanas, las utili– za según un plan eterno que ha desvelado parcial– mente el mensaje bíblico. De todos es conocida la oposición sistemátic a 51
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