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res. El lenguaje popular habla entonces de que "es– to va a traer cola". Y no se engaña. Esa prolonga– ción , buena o mala, es l:a virtualidad histórica que sigue al hecho como tai. Ahora bien: es propio de ciertos hechos el que su virtualidad sea permanente. Tal vez crezca con los siglos. La filosofía de la historia recoge esto pa– ra advertir que l:a historicidad de un hecho depen – de más de esa permanencia virtual que de la cerca– nía del suceso. Existieron Jesús y Napoleón. Pero Napoleón es mucho menos histórico que Jesús, pe– se a su cercanía cronológica, porque no se dan con– ciencias que decidan su destino bajo influjo del em– perador francés. Por el contrario; son muchas las conciencias que toman sus decisiones ante los ejem – plos y la presencia de Jesús. En este sentido, la obra de Bultmann es la mejor contraprueba, al pe– dir que nuestras decisiones existenciales se hagan ante el mensaje evangE'.,lico, vivi 'do personalmente por noso t ros. Desde la filosofía de la historia esto quiere decir que Jesús es la gran figura histórica porque su virtualidad permanente sigue muy efecti– va. La última parte de la definición habla de pro – yección hacia el futuro por la libertad . Sólo , en efec – to , la libertad se encara con la esfinge del futuro . Esto no quie re decir que se nieguen los condicio – namientos previos a la misma. El más importante de éstos es el que ila inteligencia le proponga diversos caminos. Esto es un prerrequisito imprescindib le. Pero lo decisivo en la vida del esp íritu no es el pro- 44

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