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taron algunas veces el sueño las famosas parado– jas del filósofo griego. Pero, al margen de estas cuestiones, es innegable que las partes del conti– nuo , después de verificada la división, adquieren plena y total autonomía . Es esto lo que no sucede en el continuo históri– co . Este continuo sucesivo implica dos propieda– des de que carece el continuo cuantitativo. Estas dos propiedades son la acumulación y el enriqueci– miento. La acumulación hace evocar la comparación bergsoniana de la bola de nieve que hace girar el muchacho en una m:añana invernal. Rueda la bo la; pero al rodar, va acumulando nuevos estratos que la van agrandando. Así es la historia humana. Tam– bién rueda ell:a. Pero su rodar no es un mero trá n– sito de un lugar a otro. Es la acumulación siempre creciente de un contenido vital. El enriquecimiento es la segunda propiedad de este continuo sucesivo que define a la historia hu– mana. El mismo Bergson halló la fórmula en esta expresión: " Vivre consiste a vieillir " . Cada momento envejecemos. Pero este envejecí miento bergsonia– no es un continuo enriquecimiento por la memoria . Con esto entramos en la segunda parte de la de– finición en la que se nos dice que el continuo his– tórico implica virtualidad y permanencia por la me– moria y proyección del futuro por la libertad. Por la virtualidad histórica algo que fue y ya no es, si– gue actuando en nuestro presente. Sucede que cier– tos hechos del pasado perviven en influjos poste rio- 43

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