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so en re!ieve los fallos de la misma. Hoy nos toca , más bien, usufructuar los valores positivos que in– dudablemente encierra. El iniciador, en España, de las reflexiones antro– pológicas sobre el tiempo y la historia ha sid o Or– tega. Resumió estas reflexiones en su pequeña obra Historia como sistema. En ella acentuó que el hom– bre se encuentra en su existir con puras dificu ltades y puras facilidades. El existir mismo no le es dado ni rega~ado, sino que se ve forzado a hacer algo para conservarlo. La vida humana tiene que hacé r– seia cada cual. La vida es un gerundio, no un par ti– cipio ; un taciendum , no un factum. La vida es que– hacer, drama . Es la novela que cada cual tiene que ir componiendo día a día. Con una comparación fe !iz contrapone la exi s– tencia humana con su quehacer a la trayectoria del astro, "dormido como un niño en su cuna por ei ca– rri I de su órbita". Pero lleva demasiado lejos la con– traposición entre naturaleza e historia cuando afir– ma que el hombre no tiene naturaleza sino que es historia. Para él la sustancia de la vida es el c:am– bio. Por lo mismo , el hombre no tiene sustancia. Es un ser metafísicamente insustancial 1 •. quienes sienten prevenc10n ante la palabra escuela, de donde se origina la palabra escolástica, debieran ponde – r ar la atrevida aserción de J . Marías para quien escuela es, como forma de filosofar, "la más eficaz de todas". De to do se puede abusar . Y se ha abusado de la escuela en filosofía. Pero opinamos con J . Marías que sin cont in ui– dad no hay aprendizaje ni intensa vida del espirit u. 14. Historia como sistema, VII, Obras Completas, VI , 32-33. S. RAMÍREZ, La f ilosofía de Ortega y Gasset, 38
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