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astronómica que mensura nues.i:ros movimientos y nuestra historia. Un influjo nocivo ejerció esta cosmología aris– totélica sobre las geniales intuiciones de San Agus– tín acerca del tiempo. Según este doctor, que razo– na desde una inspiración cristiana, el tiempo no es algo secundario para la creatura. Es, al contrario, nota fundamental de la misma frente a la perfección de Dios que es pura eternidad. De esta nota funda– mental da unos análisis que pudieron ser punto de pa rtida para una gran filosofía cristiana del tiempo. Filosofía, en esta ocasión, nonnata •. Dice así el san– to en un momento cumbre de su reflexión: "Pero lo que ahora es claro y manifiesto es que no existen los pretéritos ni los futuros ni se puede decir con propiedad que son tres los tiempos : pretérito, pre– sente y futuro; sino que tal vez sería más propio de– cir que los tiempos son tres: presente de las cosas pasadas, presente de las cosas presentes y presen– te de las cosas futuras" 5 • Estas líneas, geniales para su tiempo, insertan el tiempo en el alma . El tiempo es para San Agustín un elemento interior de nuestro vivir. Y sin embargo, 4. La expresión es de Ortega y Gasset quien uni– versaliza, no sin exageración, el no-nacimiento de la fi– losofía cristiana, con lo cual, opina, "ha perdido la hu– manidad una de sus máximas posibilidades" (La idea de principio en Leibniz, 18, Obras completas, VIII, 167). Creemos que parcialmente tiene razón, como en el caso del tie m'[Jo y la historicidad. · 5. Confess., XI, 20, 26. Cf. JEAN Gu1TTON, Le temps et l' ét ern ité chez Plotin et che z saint Augustin Paris 1955. ' 31

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