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el filósofo del lenguaje Bruno Snell la percepción del tiempo, que es raíz de la historicidad, tiene lu– gar de modo inmediato en los cambios cua iitativos de color, sonido, temperatura, etc. Pero sobre todo, en los cambios rítmicos de nuestra vida interior. Sin embargo, se advierte en las lenguas una ten– dencia a expresar estos cambios rítmicos internos con elementos locales o cuantitativos. La expresión en la clase, que originariamente significaba algo lo– cativo ( "hallarse en la clase"), pasó a significar también algo temporal ( "durante la clase") 2 • Es decir; que el tiempo, dado de modo inmediato co– mo vivencia cualitativa, poco a poco se cuantifica y se le margina de la vida íntima hasta hacer de él el usual cronómetro que nos señala las horas. Lo grave en esta evolución lingüística es que durante siglos impuso su norma a la reflexión filosófica. Sabido es cómo la filosofía de Aristóteles se vin– cula al lenguaje en cuanto expresión de los fenóme · nos inmediatos que él intenta explicar o "salvar", como dice en su clásico lenguaje. Gran parte de su filosofía viene a ser la justificación de los juicios inmediatos formulados en lenguaje usual. Pues bien; Aristóteles, siguiendo la línea evolutiva del lengua– je común urge la analogía entre ev x.póvoo Etvat y ilv i:óiroo E!vai ª. Esto motivó el que el tiempo fuera estudiado como fenómeno externo, como realidad 2. BRUNO SNELL, La estructura del lenguaje , Madrid 1966, 170. 3. Phys ,, I. III , c. 12, 221 a 20. Cf. P. HOENEN, Cos– molc,gia, Romae 1949, 238. 30

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