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Tres problemas de la historia nos parecen hoy de singular significación y que el teólogo de la his– toria ha de tener muy presentes. El primero versa sobre qué es lo histórico. Se entiende lo histórico humano. Porque también se habla de historia natu– ral, historia de la tierra, etc. ... ¿No es algo capital distinguir netamente la historicidad, de la que el hombre es portador , de toda otra historicidad, sea cósmica o biológica? Y sin embargo hay que cons– tatar que este gravísimo problema casi siempre se da por resuelto, pese a que se halle implicado en muchas discusiones, como luego veremos. No se puede hacer una antropología sin distinguir entre el acto psíquico humano y el mero acto físico-fisioló– gico. A pari, tampoco se puede elaborar una teolo– gía de la historia sin 1analizar los caracteres peculia– res de la historicidad humana. Resuelto este primer problema asoma inmedia– tamente el segundo: cómo se desarrolla la historia humana. La causalidad en el desarrollo de la plan– ta no es la misma que en el desarrollo del hombre. La decisión en la planta no decide nada. Ni siquie– ra se da. Y sin embargo, la decisión es decisiva en el hombre para realizar la famosa .consigna de Pín– daro: "Sé el que eres". La planta está sometida a un mero proceso causal con un sentido teleológico prefijado por el mismo desarrollo vital. El hombre se desarrolla en un proceso, que es progreso o re– troceso, impregnado de sentido, pero de un sentido que la decisión va señalando etapa por etapa. Se hace , por lo mismo, ineludible esta . pregunta: ¿Es lo 25

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