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y gracia que tienen lugar en los entresijos de la con– ciencia, son interpretadas desde meras motiva– ciones psicológicas o presupuestos psicoanalí ticos o neuróticos. La comprensión de un alma sólo es accesible a un espíritu preparado para la misma por una pre-comprensión adecuada. "No podrás comprender el espíritu de Pablo, si no tuvieras el espíritu de Pablo ". Este dicho, repeti – do reiteradamente, está olvidado por demasiado ver– dadero. Necesitamos volver a él. Pues sólo una pre– comprensión a la altura del objeto que se ha de ana– lizar, puede iluminar los senderos ocultos que llevan a la intimidad del hecho histórico. Esta pre-com– presión es la que orienta en la formulación de las hipótesis que, al formularse en tesis, desvelan el de– venir de la historia 20 • Pero, ¿no motivará esta pre-comprensión una subjetividad que falsifique in nuce el hecho his tóri– co? A esta pregunta es necesario responder con una distinción obvia, pero muy orientadora. Si la pre– comprensión, que incluye siempre una pregunta, im– plica igualmente la respuesta, el subjetivismo es ine– ludible. Bultmann recuerda que todos los nac iona– lismos, al estudiar la historia patria, enuncian pre – guntas e hipótesis que ya implican la respuesta en 20. Advi értase que la necesidad de una buena hi– pótesis directri z es un momento clave del método posi– tivo que busca la ley que vincula los fenómenos , como lo indica S. RAMÓN Y CAJAL, Reglas de investigación cien – tífica. Madrid 1961, 590-598 (ed. Aguilar, Obras .litera– rias completas) . Con mayor motivo hay que decir esto cuando se intenta comprender el hecho individual. 102
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