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III Por eso , sin duda , manda.han los Superiores de la Provincia en 1704 al P. Miguel de Valladolid qu:-.:"anotase la muerte de los Religr osos de la Provincia , sus virtude s y las cosas singulares que sucediesen en la Pro~ vincia" ( "Viridiario auténtico", Ms. 1/ 000005 de nu estro Archivo, p. 78 ) . Y ese fué , seguramente , el ori~rn del libro que más tarde se co– noció con el título de "Memorias h :storia!es", y que hasta la exclaus– tración de 183 5 se conservaba en la biblioteca di.?nuestr o convento de San AntoniOI del Prad c:, de Madrid , según testimon iiol del P. L orenzo de Ajofrín. Su primera parte , dedicada precisament, -:: a narrar la vida: d'e los Religiosos que iban muriendo , sle ha p erdido., con1eruándose , en ,cambio, la segunda , obra t oda ella del P. Mat 'eo ck Anguian o . en la que se hace la his toria de las misi ones entre infieles encomendada s a la Provincia de Castilla. Se conserva en /a. B. N. de Madrid . y no J'.'S c.tra que el tantas oeces citado Ms. 18 . 178 . No ,solamente existieron esas crónicas provinciale s. cuyo cuidado ca– tría a cargo del P. Cronista provincia l, sino también debía existir una particular en cada conv ento-por lo mi:nos , d'! algun os podem os afir – :narlo con cC"rteza-, d'clnde se hacía mención de los hechos más salien– tes y qu:eatañían al respectivo convento , ,y -psimismo de la µida de los Re– ligiosos en él fall k:cidcs . Así se hizo en los conventos de San Antonio del Prado y de La Paciencia, de J...[ adrid , pu es sabernos ·que sus crónicas particulare s h i'eron destruídas durante la inva sión franc esa. N o es de creer qu.'('so lam rnte •en los cd nv entos de la Corte se llevase a cabo tan benemérita labor; en cambio , podemos supona que sus respectcvas cró– niw s corrieron la misma desgraciada suerte, aunque qui z ás en distinta OCllS;Ón. Desaparrcídos esos importantísimos documentos , imprescindibles de iodo punto para hacer ·un trabajo completo y de nuestro total agrado . fo rzosam ~nte había que escoger entre estas dos cosas: o no hacer nada , deja nd o en un absd luto oloido · a nuestro s R eligio sos ya fa llecidos, sin _rE-cordar ni su nombre , ni stt vida, ni .sus hechos, o seguir un cam-ino qae . sin satisfac er en un todoi nuestra curio sidad y nuestro anh elo. nos llev-ase a una: parcial ,consecuciónl de nue'stro fin. Hem os ¡Optado , prO'r esto sin va– cilación alguna. fijándonos de antemano norm as razon ables y justifica – das, a nuestro niodo de ver, a las qu e nos sujetaremos en un todo. Yprincipalmente n os ha anima.do a proseguir ett nuestro int ento el pe nsar, como , mu chas. veces· lo hem os he>cho, que· en la redacción de traba– jos de este género no hay regla alguna establecida a la qu e d~biéramos omoldamos, pudiendo afirmar que 1m ello se :ha n seguid o muy distintos t/ a oeces opuestos caminas , omiti endo algunos lo que para otros tiene trascendental valor.

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