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sus éxtasis y de las visiones repetidas del Señor, de la Virgen, de Francisco de Asís, de los Ángeles ...; pero lo hizo como de paso y de puntillas. Lo que recalcó con fueru en "la vida de este humilde hijo de San Francisco", fue el "constante ejercicio de fe"; la "durísima ascesis a la que el Padre Pío se sometió desde su primera juventud " para alcanzar la "progresiva identificación con el divino Maestro"; la "obediencia" a los superiores que , cuando "el elegido, por una permisión especial de Dios, es objeto de incomprensiones ..., se convierte en un crisol de purificación , un sendero de progresivo asemejarse a Cristo, un robustecimiento de la auténtica santidad"; su "experiencia complicada y constante de los sufrimientos del Señor con el convencimiento inmutable de que «el Calvario es el monte de los Santos»"; la "caridad", que, purificada por el dolor, "se derramaba como bálsamo sobre las debilidades y sufrimientos de los hermano s"; su "vida entregada a la oración", en cuya escuela "se han multiplicado en todos los rincones del mundo los «Grupos de Oración»"... El Papa , que, terminada la ceremonia de la canonización en la Plaza de San Pedro , se trasladó en helicóptero a la de San Juan de Letrán, para saludar a los peregrino s que desde allí habían seguido la celebración y rezar el Regina Coeli , dejó para este momento uno de los rasgos más característicos de la espiritualidad del Padre Pío. "El Padre Pío - dijo con voz firme y emocionada - nos invita particularmente a amar y venerar a la Virgen María. Su devoción a la Madonna se transparenta en todas las manifestacione s de su vida: en las palabras y en los escritos, en las enseñanzas y en los consejos que dispensaba a sus numerosos hijos espirituale s. Auténtico hijo de San Francisco, de quien había aprendido a dirigirse a María con espléndidas expresiones de alabanza y amor, el nuevo Beato no se cansaba de inculcar en los fieles una devoción a la Madonna tierna , profunda y enraizada en la genuina tradición de la Iglesia. Tanto en el secreto del confesonario como en la predicación, volvía siempre a exhortar: «¡Amad a la Madonna!». Al final de su paso por la tierra, en el momento de manife star su última voluntad, volvió su pensamiento, como lo había hecho durante toda su vida, a María santísima: «Amad a la Madonna y haced que la amen. Recitad siempre el rosario»". 12
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