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urgencia, pero nosotros no sabemos qué hacer, Era Angel quien habla ba, el padre de Amparo. Benjamín, el esposo de la paciente, miraba con unos ojos llenos de angustia. —jDónde está ahora’?, pregunto la hermana -La tenemos en mi casa, respondió Angel. -Santos, tenernos que regresar, prepara la canoa y nos largamos. Eran las 7 de la tarde, ya estaba oscuro. El deslizador regresó. En pocos minutos se recogían las cosas, aunque quedaron olvidadas algunas. A las 7,30 Santos, Angel, Benja mín y la Hna. Imelda iniciaban el viaje. Antes quedó establecido que si no regresaba al día siguiente, antes del mediodía, era que habían decidido viajar hasta Rocafuerte y sería muy difícil que pudiera volver para terminar el programa establecido. Casi a las 10 de la noche arrimaban a la casa de Angel, donde todo era preocupación. La hermana sabía que Amparo tenía proble mas en su embarazo, porque ella misma le había examinado cuatro días antes y le había pedido t]ue realizara un riguroso reposo, que la paciente no cumplió. En aquel momento ya no sangraba; el cordón asomaba entre tas piernas y el aspecto de la paciente no era demasiado grave. ¿Qué podía hacer en aquel lugar, si se reiniciaba la hemorragia y, corno decía el doctor del Hotel, era, aunque no parecía, una placenta previa’?. Mejor era hinzarse a un viaje hacia Nuevo Rocafuerte, a mas de 3t)0 km de donde se encontraban y en plena noche, sin luna y pedir a Dios que les permitiera llegar a tiempo para cualquier decisión. Colocaron a la paciente sobre dos buenas tablas, en la mitad de la canoa; sobre las tablas un plástico y una cobija. otra cohija la cubría y encima otro plástico. Benjamín acompañaría a su mujer a Rocafuerte e iría cte puntero. Santos tomó el mando de la embarcación e Imelda se sentó junto a la enferma. Eran las 10,30 de la noche. No llovía por el momento, pero estábamos en días muy lluviosos. Fue un viaje largo; no se detuvieron más que en una ocasión, por motivo de una niebla cerrada que les retuvo medía hora. También pararon en todos los destacamentos militares, pero fueron muy amables y, ante la emergencia, les permitieron seguir. A las 7 (le la mañana entraban en el puerto del hospital sin contratiempos y con la paciente en muy buenas condicic)nes. El motorista hizo honor a la capacidad visual de los habitantes quíchtias de esta amazonía, que son capaces de orientar- se en medio de la oscuridad. Yo estaba aún en ini casa cuando me llamaron por teléfono y me dijeron ciue Irnelda estaha en el hospital con una paciente grave. Mien tras iba por el camino hacia el hospital preparaba mentalmente el quirófano, porque me hablaron de una posible placenta previa. 92

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