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UNA FALSA APENDICITIS abril, 1992 A temporadas, el hospital parece más peruano que ecuatoriano: pacientes pertenecientes al comando militar de Pantoja, a unos 30 krn río abajo, en el Napo, visitan nuestro hospital. Su presencia casi conti nua en esta larga temporada hace resaltar un descenso real del nivel de vida y de bienes a que está sometida la nación vecina. El 28 de abril, al atardecer, un deslizador pentano atraca en nuestro puerto. En camilla traen a un joven de 19 años, robusto, pero pálido. Se queja de fuerte dolor en el bajo vientre derecho desde hace tres días. Siente molestias al andar y también al orinar. ¡No ha dejado de comer!. La exploración muestra un dolor selectivo en el punto apendicular (Mc. Burney ++); maniobra a la decompresión local muy positiva. Existe una defensa localizada de la pared abdominal. Ningún examen de laboratorio descartaría un abdomen agudo quirúrgico; así es que a las 7 de la tarde entramos en quiróíano. Se realiza tina anestesía raquídea que se refuerza posteriormente con ketalar y esos cócteles especiales que Hna. Imelda maneja a las mil maravillas. La laparotomía pararnedial derecha permite explorar el abdomen derecho. ¡El apéndice está perfectamente nor mal! Revisarnos colon ascendente y, posteriormente, intestino delgado, pen sando en un posible divertículo de Meckel. Pero no. De pronto, a un cierto ni vel de este intestino, notarnos una masa que obstruye por completo su luz. Junto a ellas se transparentan abundantes áscaris. La masa es en realidad un pelotón de áscaris que tapona el intestino. Realizamos tina pequeña abertura transversal y, por ella, con sumo cuidado, va mos sacando, con la ayuda de una pinza, uno a uno, áscaris de diverso tamaño y grosor. Cuando ya llevamos unos veinte, la masa se desmadeja y la comunicación se reinstaura. El resto de áscaris los dejamos en paz y cerra mos la pequeña abertura. 90
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