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Bustos, para nosotros «Machín». Cuando él se enteré del problema movió cielo y tierra en Coca para regresar con los suerc)s a Rocafuerte. Gracias a sus gestiones el día 9, en solitario y con la preciosa carga, llegaba al hospital y con la sonrisa en los labios nos entregaba el envío. -Hermanitas, les decía, aquí está la salvación para el siguiente caso de cólera. ¡Debe ser terrible por lo que cuentan! El día 12 por la mañana el mismo «Machín» volvía a Coca, para recoger al Sr. Presídente del Municipio, pero, la víspera, ya oscureci do, comenzó con trastornos intestinales. Dos horas después ya no podía más. Sudaba frío, se desmayaba y comenzaba a experimentar calambres en sus piernas y brazos. Su familia se alarmé y a las 12 de la noche, hundido en una hamaca que colgaba de un robusto palo, sostenido entre cuatro individuos, llegaba al hospital, en medio de gritos: tanto era el dolor que le producían los espasmos musculares en todo el cuerpo. Se instauré un tratamiento urgente de hidratación y de sales minerales que compensaran las pérdidas por su incontenible diarrea y vómitos, Doce horas después comenzaba a salir del cuadro crítico. Y esto fue posible porque él mismo había sido el portador de los únicos sueros que le iban a poder salvar. Parecía una coincidencia inesperada, dirían unos, o un formidable milagro, pensarían otros. Pero, lo cieno era que la colaboración en cadena de gente que piensa en ayudar había contribuido de forma palpable a salvar una nueva vida. En el caso de Edwin la fuente de contagio estuvo con seguridad en Coca, en esos famosos comedores ambulantes, existentes en varias de las esquinas de la población, donde la higiene no es la característi ca más sobresaliente de sus servicios. Al poco tiempo salí a Quito y establecí contactos con el Ministe rio de Salud; traté de conseguir medios y terapéuticas para un brote que podía hacerse importante en los próximos tiempos, pero mis ges tiones tuvieron poco éxito. Hubo, incluso, personas en el Ministerio que, al parecer, tenían ideas muy peregrinas sobre la forma de solucio nar estos cuadros de forma rápida y harata. Pero, a estas personas no les había tocado la experiencia de la angustia de personas que se van en un proceso de deshidratación incontenible y que solo pueden ser ayudadas con una aportación enérgica, constante y detenida. Tuvimos ciue abastecernos de forma independiente, a cuenta del exiguo presu puesto del hospital. Un pequeño brote nos llegó al mes, desde el vecino Perú, tam bién entre la población militar. Después, el cólera se fue en silencio y no regresó. $9

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