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Ya era oscuro cuando llegamos a Valle Hermoso e instalamos la capilla ardiente, en una pequeña capilla, después de llamar a los pri meros representantes de la comunidad shuar, que vivían cerca. Pocos minutos después regresábamos. Nuevo problema al llegar al puente: no había paso y una interminable cola de carros impedía cualquier acercamiento. Yo tenía que viajar al día siguiente a Quito. Dejé a Santos dentro del coche para pasar la noche y guardarlo y yo llegué a pie a nuestra casa. Caí fundido de sueño y cansancio, pensando que mi viaje a Quito saldría tarde y sería en avión. Pero, a las cinco de la mañana me llamaban: - Doctor, su bus sale a las 6,3t). No lograba despejarme y la cabeza me daba vueltas. Cuando tomé el bus, a las 7,30, continué, dormido por muchos km, hasta que, poco a poco, entré en la normalidad de esta vida, llena de imprevistos y ta reas complejas que reali zar. Mientras viajaba pensaba en el absurdo de tina búsqueda como la de María Teresa y su espo so, tras el tesoro de la sa lud, pero ¡por caminos tan torcidos!. Habían gastado todo su pequeño patrimo nio y, al final, él se había quedado SÓlO No habían encontrado el camino acertado! ¡Su enfermedad podía haberse curado hoy día! Me daba coraje ver que los pobres son explo tados por quienes hacen del don divino de curar una mercancía o se man tienen aferrados a concep ciones ancestrales, sin ciar resquicio al aprendizaje de nuevos conocimientos. $5
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