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- ¿Qué ocurre, señora Cecilia’?, le pregunté. - Doctor, algo le impide dar a luz. En un momento ha asomado la mano y después ha entrado de nuevo. - ¿Está completamente segura que era la mano? - Sí, doctor. Al explorar el abdomen, efectivamente la cabeza no se encontra ba en la región suprapúbica y el eje principal de la masa infantil era trasverso a la dirección del abdomen. Adolfo Tuní, en silencio, miraba angustiado. —Tenemos que comprender claramente lo que pasa y lo que va a pasar, les dije. En esa posición no’ se puede dar el parto. Si Ninfa permanece en este trabajo el niño morirá y a ella se le romperá el útero y, como consecuencia, morírá. Tenemos que decidir ahora mis mo lo que hay que hacer, Ninfa tiene que ser trasladada a un hospital, donde se le pueda realizar una cesárea urgente. Estamos demasiado lejos de Nuevo Roeafuerte: 45f) km. Es la una de la noche y navega ríamos muy despacio. Tardaríamos al menos 1 8 horas para llegar al hospital. Para entonces el útero se habrá roto y una hemorragía masiva puede matar a Ninfa en POCO tiempo. Por otro lado, estamos a cuatro o cinco horas de Chirisa y desde allí, en carro, se puede llegar a Lago Agrio en dos horas. Hay que escoger esta solución. -Adolfo, tu eres el marido de Ninfa, ¿comprendes en qué está el problema? ¿Te parece bien que intentemos llevarla a Lago Agrio?. - Sí, doctor, comprendo y estoy de acuerdo en hacer todo lo que haga falta para salvar a mi mujer y a mi hijo. Bien, veamos como podemos solucionar el problema. Pienso que ahora mismo tendríamos que ir a casa de los padres de Ninfa y explicarles el asunto. Al mismo tiempo podemos hablar con Bolívar Coquinche, el marido de Alexandra, quien tiene canoa grande, buen motor, gasolina y conoce muy bien el río, Ct)tflO pa’ viajar de noche hasta Chirisa. Hagamos esto sin esperar más. Mientras se quedaban las hermanas con la parturienta, tomába mos nuestra canoa Lucho Digua, nuestro motorista, Adolfo Tuni y yo. Bolívar Coquinche vive a un km río ahajo y ya sabíamos que estaba en la casa. Aunque yo no veía nada en la noche cerrada, al motorista que ven como los gatos de noche- le bastaba alumbrar de vez en cuando con la linterna para navegar casi como de día. Llegamos a la casa de Bolívar, le levantamos de la cama, le explicamos de qué se trataba. No necesitó dos minutos para decidir. Efectivamente tenía canoa grande, motor y gasolina. Se vistió y nos pidió que nos adelantáramos a casa de los padres de Ninfa para expli carles: él vendría en pocos minutos, tras preparar el motor y la canoa. 81

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