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habitación triangular donde espera la joven madre su próximo parto. La sra. Cecilia realiza periódicamente sus controles y ejercita su for ma peculiar de asistencia. Nosotros saludamos a la familia, intercambiamos los gestos y conversaciones habituales de llegada y nos instalamos en la antesala. Cuando se aproximaba la noche la sra. Cecilia, para que nos encontrá ramos más cómodos, trasladó a la joven madre a un lugar reservado de la parte posterior de la casa. Todo transcurría con normalidad y, al parecer, el acontecimiento de un nuevo parto en la casa se esperaba con la naturalidad y sencillez habituales. A ratos, viendo a Ninfa Ernperatriz, se me pasó por la mente la imagen de una hermana suya, Alexandra, un poco mayor que ella, a quien tuvimos que asistir en Nuevo Rocafuerte no hacía tanto tiempo, con una presentaeíón transversa y procidencia de mano. Desde esta misma zona del Aguarico había sido trasladada al hospital - 450 km de angustia- para realizar una intervención quirúrgica. Poco antes de la comida de la tarde pude conversar durante un rato con la Sra. Cecilia sobre sus actividades de comadrona. Me decía que en su larga experiencia nunca había tenido graves problemas y los partos se resolvieron siempre con satisfacción. Recuerdo que en la conversación le pregunté: -j,Nunca ha tenido el problema de la aparición de una mano por el canal del parto? -No, doctor. Nunca en mi vida he tenido este problema. Parto de nalgas y de pies, en más de tina ocasión, pero aunque más difícil, el parto siempre ha seguido adelante. -Verdaderamente ha tenido mucha suerte y seguro que Dios le ha acompañado. Una presentación de mano crea problemas imposi bles de resolver en la casa, fuera del hospital. Así continuamos por unos minutos y después nos despedimos hasta la mañana siguiente. Seguro que ella no dormiría demasiado con el parto en perspectiva, pero nosotros estábamos cansados y, una vez instalada la hamaca y el mosquitero, nos retiramos a dormir. A la una de la noche el señor Jorge me llamó: -Doctor, por favor, levántese, tenemos problemas con Ninfa. Mi mujer desea que venga a ver. No puede dar a luz; ¡tina de las manos de la criatura ha asomado por la vulva!. Yo salté de la hamaca y en unos segundos estaba en la cocina. En un rincón Ninfa se encontraba echada en el suelo, sobre un plásti co amarillo y una simple cobija. Tenía amarrada a la cintura una cuerda, que le comprimía y se agitaba inquieta. A sus pies estaba la sra Cecilia. 80

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