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La mañana del día 7 encuentra a Erlinda despierta, consciente. Interrumpimos la quinina y le darnos tres comprimidos de fansidar. Probamos líquidos por boca y suprimimos la sonda vesical. La pacien te está lúcida, pero sus respuestas son lentas; estú «adorniilada». Des de el día 8 trabajamos con una paciente colaboradora, aunque debil. Ya no nos preocupa el paludismo, que lo ha superado sin secuelas, sino su endometrítis, que tardani algunos días en superarse. Necesitó un mes completo para encontrarse en condiciones de abandonar el hospital y, aún en aque’ momento, sus úlceras de decúbito en ambos talones requerían cuidados adicionales para un total resta blecimiento. PERDIDoS EN LA SELVA marzo, 1990 El día 4 (le marzo llegó al hospital el doctor Javier Aznárez, des de el Eden, comunidad que se sitúa a unos 14t) km de Nuevo Rocafuer te. Traía un niño de 5 años, Lino Salazar, con la cabeza vendada. Le parecía necesario hospitalizarlo. Le acompañaba un hermano dos años mayor, quien presentaba unos pies edematosos y llenos de espinas. Cuando quitamos las vendas me quedé de una pieza. Una parte importante de la cabeza mostraba, con el brillo de una pieza de marfil, el cráneo. Una enorme herida infectada con rebordes sobresalientes, de 10 cm de diámetro, había destruido todos los tejidos blandos. Cuando levantamos con unas pinzas una parte del reborde aparecieron docenas y docenas de pequeños gusanillos blancos, que reptaban por los teji dos malolientes. ¿Qué había pasado? -Es una larga historia, te la contaré hasta donde he podido cono cena, Hace $ días el padre, el tío y los dos niños se fueron de cacería por los alrededores de la laguna de Yuturi. Los niños iban felices. Como ocurre siempre entre los quichuas, a través de estas salidas los muchachos comienzan a captar las infinitas señales de la selva y a entablar un proceso de asimilación, que un día les permita moverse como en su propia casa. En un momento del día, el padre y el tío sintieron cerca una manada de huanganas y, tras una orden terminante de que no se mo vieran del lugar, salieron a través de la selva tras la manada. Pero ya no volvieron. De pronto los niños se encontraron solos. No sabían dónde estaban ni hacia dónde ir. Pero no se murieron de miedo, porque la selva no es un medio extraño para ellos. 75
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