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pequeña herida a nivel de la arcada costal inferior, en la zona hepática y por allí había salido íntegramente el epiplón, que cubría casi todo el abdomen. Cuando ausculté ese vientre los ruidos intestinales eran cla ros y, al parecer, ningún tramo intestinal estaba perforado. Por el orifi cio solo salía una pequeña cantidad de suero con un poco de sangre. ¿Qué podía hacer?. Me parecía demasiado entrar en una lapa rotomía en aquellas condiciones alcohólicas del paciente, sin familia res con quienes consultar y decidir. Ciertamente, no tenía ánimos. Le llevarnos al quirófano; desnfectarnos el área; hice un par de ligaduras en la base del epiplón que asomaba por la abertura y lo extirpé por completo. Cerré parcialmente [a herida y coloqué un dren. Le metimos en una cama y le llenamos de antibióticos, mientras le hi dratábamos. Aunque parezca milagro, ci paciente tuvo un postoperatorio siti problemas. Drenó muy poco por la abertura; lentatuente se cerró. La costilla, que se percibía rota, se fue consolidando, sin quejas especia les del paciente. ¿Qué había pasado? El mismo paciente reconstruyó parcial men te los acontecimientos, completados por familiares que le visitaron los días subsiguientes. Habían tenido una fiesta y habían bebido, ¡cosa milagrosa! Después con un compañero habían discutido y el compañe ro, que estaba en iguales condiciones de lucidez mental, le metió un cuchillo en el área hepática y le barrenó varias veces. Porqué no per ford el hígado o un asa intestinal es algo que nunca podremos saber. LAS CARACTERISTICAS DE UNA ANESTESIA SINGULAR lebrero, 1985 Como cada sábado, al atardecer, una parte de la comunidad de Nuevo Rocafuerte se reúne en la pequeña capilla de la población ¡)ara la celebración de la eucaristía. Estábamos tnal izando la reunión litúrgica cuando en la luz de la puerta posterior apareció la silueta de Lucho Ramos. Se le veía sobrenadando en los vapores de una gran borrachera. -Doctor, vengo a solicitar el perdón de Dios y suyo!, balbucea ba en un lenguaje apenas inteligible. Sus manos estaban manchadas de sangre y su andar era vacilante. Un reguero de sangre le seguía y una gran herida aparecía en la parte inferior de su pierna derecha. La gente volvió sus cabezas hacia la puerta y rápidamente dos de las hermanas del hospital acudieron donde él. Con buenas palabras 69 -

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