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1,5 kw. Seguro que él podrá hacer las conexiones para instalarnos una luz en el quirófano. A las tres de la tarde todo estaba dispuesto: habíamos llevado la miniplanta a las puertas del quirófano: un cordón transportaba la co rriente a dos focos de luz, cada uno de lOo vatios, situados a cada lado de la mesa quirúrgica y, corno la instalación eta tan improvisada, el mismo Enrique se situaba bajo la mesa del quirófaño para mantener la instalación en condiciones de no fallar. Transfundimos sangre a la paciente y realizarnos una anestesia epidural, reforzada posterionnente con una dosis mínima de ketalar. La abertura media infraumbilical mostraba un peritoneo parietal tenso y azulado: existía ciertamente una ruptura de la twrnpa. Cuando abri mos nos encontramos con una gran cantidad (le sangre oscura en la cavidad, zona sangrante actual en una parte de la trompa, que estaba fuertemente desgarrada y que había hecho adherencias a la pared ab dominal y a asas intestinales. Mientras debridáhamos y ligábamos los vasos y posteriormente extirpábamos toda la trompa el padre Enrique asomaba desde la parte inferior de la mesa y preguntaba asustado: -Viv irá?. -Pues sí. La paciente se mantenía con sus constantes vitales perfectas y su respiración, tensión arterial y ritmo cardíaco eran sumamente acepta bles. Cuando cerramos , me parecía imposible que con dos focos de l()()w hubiéramos podido realizar una intervención de esa categoría sin complicaciones y hasta con cierta facilidad. La paciente se recuperó bien y pocos días después salía del hospital sin saber a ciencia cierta las peripecias de su intervención quirúrgica, poco mejor que si la hubiéramos realizado a la luz de las candelas. UN PARASIT() QUE CARCOME LOS PULMONES abril, 1987 El 7 de abril llegaba al hospital un niño de 13 años, desde la zona petrolera de Shushufindi. Pertenecía a una familia de colonos, procedentes de la provincia de Bolivar, instalados en franjas de selva, previamente atravesadas por las carreteras petroleras. Vivían en una segunda línea y pertenecían a la cooperativa Santa Mónica, Le acoro pañaban sus padres, quienes estaban preocupados porque, desde hacía más de tres años, tosía diariamente y sus esputos tenían una coloración 65

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