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Entré en la sala de curas y me encontré con Denis, de 19 años, con la mano izquierda sosteniendo el antebrazo derecho, en cuyo extremo quedaban hilachaduras de tejidos destruidos de lo que fue una mano. Ni un dedo se había salvado. No sangraba; todo era un amasijo de piel, tendones, carne, sangre y oscuridad. Le habían dado un sedante. -Vamos al quirófano y preparemos para una cirugía. Tenemos que formar un muñón adecuado. Lo que había ocurrido era lo de siempre. A las cinco de la mañana se había marchado a la laguna de «]atum cocha» con un tío suyo a pescar. Naturalmente, llevaban dinamita: así la pesca sería rá pida y, seguramente, abundante. El muchacho aún no tenía experien cia en la materia. Prepararon el taco de dinamita y colocaron la me cha. Navegaron hacia el banco de peces que se apreciaba en uno de los rincones de la laguna. Denis iba a ensayar. Le habían explicado en detalle: había que prender con el cigarro y después esperar un peque ño momento mientras la mecha comenzaba a consumirse; por último, se arrojaba en medio del banco de peces y luego se intentaba reco ger con el chuzo los que flotaban muertos e adormecidos por la explo sión. Pero no ftincionó. La mecha, al parecer, no prendió bien porque no se la veía consumirse. El muchacho miró y esperó y, de pronto: un ruido sordo, y ya no tenía ni taco de dinarnita ni mano. Le trajeron rápidamente; a las siete estaba en el hospital. Se le amputó las epífisis terminales del radio y cúbito; se ligaron bien los vasos y se realizó un estiramiento de terminaciones nerviosas antes de cortarlas. Se realizó un cierre cutáneo de forma que la cica triz no quedara a nivel terminal. El postoperatorio fue t)ueno, sin complicaciones. El muchacho, que vivía vecino al hospital, venía a sus curas de forma regular. Des pués comenzó su vida normal; se le veía triste y taciturno, siempre con el muñón cubierto con la camisa o con un paño de tela. Creíamos que no iba a superarlo nunca y que esto le iba a marcar de forma que ya nunca sería un hombre normal,.. Pero, felizmente, nos equivoca mos. Al tiempo comenzó a salir de caza y pesca y a llevar su propia escopeta. Disparaba y bien. A veces él mismo cogía su canoa y motor y se las arreglaba para manejarlo sin problemas. Prendía con la mano izquierda y dirigía el motor. Abría el carapacho del mismo y colocaba su piola para arrancar cuando el automático no funcionaba. Se hizo con el tiempo un hombre para todo y hoy es un hábil conocedor de la selva y sus artes. 62

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