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Había soportado bien la intervención quirúrgica. Programamos una antibíoterapia postoperatoria y los planes de hidratación. Comenzaba una larga espera. Hidratación, antihioterapia, con troles periódicos y la seguridad de que Dios nos aeompIñaría La niña despertó de su anestesia como un pequeño animal furioso: que ría soltarse y arrancar tubos y sondas. Vornitó abundantemente las primeras horas. En los dfas sucesivos el vientre disminuyó de vo lumen, la temperatura regresó hasta desaparecer al tercer día. Cua renta y ocho horas después de la intervención quirúrgica existía mo vilidad intestinal. Los pequeños problemas de un postoperatorio sim- pie se fueron resolviendo sin dificultad y a los diez días la niña, a quien le habían comprado un hermoso vestido y unas preciosas bo tas de cuero, salía del hospital camino de su lelana tíerra del Agtiari co ¡AH, Ml PoBRE HIJO)! enero, 1984 Nuevo Rocafuerte tiene una maravillosa despensa de proteínas en el río Yasuní. A unos pocos cientos de metros de la población desembeca este pequeño río y en él se encuentran las lagunas de Tambo cocha y Jatun cocha, donde el pescado es abundante y variado. Casi todos los varones del pueblo y de las comunidades indígenas aledañas las visitan con frecuencia y pasan horas dedicados a la pesca. Allí aparecen desde pescados pequeños como las palometas, tucunaris, hocachicos y pirañas, hasta los grandes pacos, bagres y paiches, de hasta 150 kg. La pesca es un arte y éste se ejerce de diversas formas. Algunos emplean también métodos no aprobados, pero habituales, como la dinamita. Cuando alguno de Uds. visite la amazonía y vean a algunos de sus habitantes con amputaciones de extremidades superiores pien sen en este arte eficaz, pero peligroso, que ha causado un porcentaje importante (le accidentes graves en la región. El día 14 de enero yo me encontraba aún en mi casa, prepanmn dome para mi salida de la mañana hacia el hospital, cuando me llama ron urgentemente por telé tono. -Venga rtipido, ha ocurrido un accidente al hijo de don Efraín, corra! Salí como estaba y en muy OCO5 minutos atravesaba la puerta del hospital. En la sala de espera estaba don Efraín, echado sobre el banco, llorando y desesperado. ¡Ah, mi podre hijo!, gritaba. 61
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