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rápidamente en ese medio húmedo y pronto el suelo se llena de larvas, que mantienen la parasítosís intestinal de niños y adultos, repetida mente desparasitados en el hospital. Los primeros intentos de caminar del minúsculo Kadir fueron suficientes para que su intestino se llenara al poco tiempo de estos pequeños y, al mismo tiempo, terribles parísi tos, que se alimentan únicamente de sangre del intestino del huésped y que, en ocasiones, como la presente, llegan a provocar heridas intesti nales y pequeñas hemorragias, que ponen en peligro la vida de los habitantes de nuestra Amazonía. UN RIÑON HIPERTENSIV() agosto, 82 A primeros de julio de 1982 me avisaron que Matilde Machoa, que vivía en aquel entonces cerca de Boca de Cuyabeno, en el río Aguañco, se encontraba muy mal. El equipo que esos días visitaba a las comunidades de Aguarico había encontrado a Matilde y a sus padres llenos de angustia. Estaba sufriendo crisis de cefalea intensa y pérdidas de conocimiento temporales desde hacía poco tiempo. Matilde había sido hospitalizada en nuestro hospital, en el año 80, por un cuadro de parasitosis intestinal por anquilostomas con anemia intensa; pero, desde entonces, su estado general se había mantenido bien. Ha cía poco tiempo se había comprometido en matrimonio con uno de los hijos de Rogelio Tangoy, de Zancudo y su suegro anunciaba que pensaba traerla de nuevo al hospital para ver qué se podía hacer. Esperé la visita en vano; pasaron los días y ninguna persona del Aguarico se presentó. Después, a las dos semanas, Matilde apareció en el hospital. Cuatro días antes había sufrido una crisis de cefalea in tensa y pérdida de conocimiento. Asustados, ella y la familia Tangoy viajaron urgentemente, pasaron de largo por Nuevo Rocafuerte y acu dieron al yachac Mateo Grefa, en Santa Rosa, a 15 km río arriba, para someterse a sus diagnósticos y tratamientos. «Taita Mateo» la exami nó, la limpió de sus males, causados por alguna mala acción de perso nas que no la querían bien y, al final, le aconsejó que viniera al hos pital para que el doctor le diera vitaminas. Matilde tenía un aspecto aceptable; no estaba particularmente a némica y no se encontraban síntomas precisos que orientaran un diag nóstico. Le dimos un tratamiento ínespecífico y la enviamos a su casa. Dos semanas después el cuadro se repitió y la familia realizó el mismo peregrinaje; primero, donde el yachac Mateo y, después, al hospital. Llegó el día 4 de agosto. Naturalmente en esa ocasión nos 56

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