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bajaban de la casa para vaciar las ingentes cantidades de líquido que ingerían sus estómagos y se recogían en sus vejigas, como si de se dientos viajeros del desierto se tratara. En la última bajada de la casa, resbaló y se cayó. Cuando quiso orinar, le fue imposible. El dolor era cada vez mayor y la imposibilidad total. -Llevémosle al hospital, dijeron los compadres... y allí estaban, en el puerto, frente al hospital. Se le colocó en una camilla y le transportamos a la sala de espera. Era grande y gordo, pero ahora parecía el doble. Su vientre abultaba más y su rostro denotaba su dolor y su angustia. La percusión del abdomen mostraba una vejiga grande y llena. Cuando se le sondó se le recogió más de dos litres y medio en el recipiente correspondiente. Se le extrajo la senda y aliviado, se le hospitalizó. A la mañana siguiente, de nuevo se sentía incómodo y dolorido. Seguro que iba a ser necesaiio un nuevo vaciamiento de la vejiga. Cuando le sondamos no salió ni una gota de erina y esto nos llenó de sorpresa. Ciertamente estábamos dentro de la vejiga, ¿qué pasaba’?. Intro dujimos 200 ce de suero fisiológico, pero seguía sin poderse recoger nada por la sonda. -La vejiga está perforada. pensé! Seguramente estalló en su caída, como un globo repleto al que se le hace vibrar de fomm bnasea. Quizá en un primer momento un asa intestinal ocluyó la abertura y la vejiga se llenó, pero ahora la orína se derrama dentro del abdomen. ¿Qué podía hacer en este momento? Necesariamente había que operar y cerrar la ruptura. No sabía con qué problemas quirúrgicos me podía encontrar; nuestro equipo humano en aquel momento era muy reducido y podríamos tener serias dificultades. Lo prudente era organizar una evacuación rápida hacia Quito. Lo pensé unos minutos y me decidí. Hablé con las hermanas y comen zamos. Le expliqué a Eusebio lo que tenía y lo que había que hacer: yo mismo le iba a acompañar y seguro que todo iba a salir bien. Recuerdo que el motor 55 HP estaba en bodega y le pedí a Ricardo Quinteros que me lo pusiera en el deslizador. Otra persona me preparaba el combustible pait el viaje a Coca. Media hora des pués, hacia las 9,3() de la mañana, salía con el paciente, acostado en medio de la pequeña embarcación, dormido con una inyección de morfina, camino de Coca. En San Vicente paré un momento para con versar con la familia y explicarles el viaje; gracias a Dios, compren dieron y aprobaron. Seguí hacia Coca y aproximadamente a las 4,3t) de la tarde llegué. Eusebio seguía tranquilo. 44

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