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pies. Una gran debilidad se apoderó de sus piernas y ya no se pudo sostener. No tenía fiebre, ningún cuadro gripal, ni otro tipo de molestias. Cuando llegó al hospital ya había visitado varios de los yachac de la región, pero sin mejoría. Aunque conservaba la sensihílidad al tacto y al calor, los reflejos rotulianos y aquileos estaban abolidos. Ningún esfuerzo ni orden le permitía realizar el mas elemental de los movimientos: su pará lisis era absoluta. Iniciamos un intenso tratamiento con vitamina Bi y complejo B. Realizamos exámenes copwparasitarios y sometimos a la pacien te a tratamiento antiparasitario. No nos empeñamos en ejercicios de fisioterapia y dejamos que el organismo comenzara un lento proceso de reconstrucción de las alteraciones que, con seguridad, sufren en este proceso las vías neurológicas distales. A las dos semanas se adivinaba una movilidad apenas perceptible en las partes distales de los dedos de ambos pies. Después, poco a poco, como si el organismo no tuviera ninguna prisa, estos movi mientos se hicieron más claros y más amplios y, al mes, podía, apoyada en la cama, doblar de forma muy incompleta sus extre midades a nivel de la rodilla. A los tres meses, cuando el equipo de cedulación visitó la pobla ción, Carlota quiso también normalizar su documentación civil y hubo necesidad de trasladarla al edificio del Municipio Cantonal, sirviéndonos de una carretilla, que era, en aquel entonces, el úni co vehículo de ruedas existente en la población. Carlota permaneció en el hospital 104 días regresó a su casa por sus propios pies, aunque con un caminar inseguro. Nunca supimos a ciencia cierta el desencadenante de este proceso avitaminósico tan importante. Pero, tuvimos una sospecha. Cuan do llegó al hospital, a sus 17 años, sufría un ligero retraso en su última regla. Después. entró en amenorrea y pensamos que se debía a su enfermedad. Cuando pasaron tres meses era claro que Carlota estaba embarazada. Su niño, que nunca se enteró de los problemas de salud de su mamá, nació el 18 de marzo del 78. Su cuadro clínico había aparecido unos pocos días después del co mienzo de su embarazo. 2. El 12 de marzo de 1989 llegó al hospital, una vez más, filome na Machoa, de 28 años. Ella había estado hospitalizada en dos ocasiones anteriores, en el 76 y 77, con cuadros anémicos im portantes, coincidentes con embarazo. La última vez que la y- irnos en la consulta externa fue por un cuadro palúdico, que fue 32

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