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Me lavé las manos y me puse unos guantes. Introduje la mano derecha, apoyada en el pecho del niño, de forma que mi dedo índice entrara en contacto con la mandíbula inferior del niño. Giré la cabeza de forma que el occipucio diera a la parte superior. Flexioné al máxi mo la cabeza, aplicando el Inemón del niño al tórax del mismo y con la mano izquierda tome el cuerpo sin vida de la críatura. Con tina ten síón suficiente giré la criatura de forma que su espalda se aproxirnara al vientre da la mamá y la cabeza rotara como apoyada en el pubis de la mujer. Poco a poco la cabeza giró y la parte de la frente del niño a sornó sobre la parte posterior de la vulva. Unos segtmdos después es taba fuera y lo depositábamos sobre la mesa auxiliar. Feliciana lloraba —feliciana, quédate tranquila. No te va a pasar nada ni te vas a morir. Ciertamente el niño lo perdimos, pero tu te vas a recuperar en pocas horas. Salí para tranquilizar a Aníbal y aprovechar la ocasión para instruirle sobre situaciones corno la presente. Gracias a Dios no había ocurrido una doble desgracia. Los nervios pueden empujar a actuacio nes cuyas consecuencias son difíciles de prevenir. EL MISTERIo DE LAS PARALISCS JUVENILES ¡tIllo, 1977 A lo largo de los años de trabajo hospitalario hemos visto, en varias ocasiones, pacientes jóvenes que, de forma casi siempre brusca, han iniciado tana parálisis total de ambas extremidades inferiores, mien tras el estado general se mantenía inalterable. Al comienzo, estos cua Uros me llenaban de perplejidad y preocupación. Después, la expe riencia vivida me ha enseñado a mantener la calma, con la certeza de que un tratamiento constante lleva siempre a un restablecimiento total de los pacientes. 1. El 13 de julio del año 77 llegaba al hospital tana joven de 17 años, Carlota Chimbo, procedente de Cotococha, cerca de la comunidad de Puerto Quinche. La encontré en la sala de estar del hospital, en el suelo, sin poderse mover. Cuando le pedí que hiciera un esfuer zo y moviera sus piernas éstas permanecieron completamente in móviles. Tuve que tomarla en mis brazos y llevarla a la cama, que habíamos preparado en la sala de mujeres. El cuadro había comenzado hacía 9 días de forma repentina. Ese día, por la tarde, de pronto, sintió un fuerte dolor en ambas extre midades inferiores, corno una corriente que le corría hacia los 31

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