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hidratarle. No existían ruidos abdominales y sí una distensión gene ralizada. Su tensión arterial no era audible y su pulso era filiforme. Al palpar el abdomen éste estaba tenso y doloroso, pero el niño no te nía ni fuerzas para expresarse. Todo hacía pensar que existía una perfora ción intestinal y que, previamente, se había dado un tapo-namiento por áscaris. ¡Me daba muchísima pena el niño y su padre!. -j,Verdad, doctor, que el niño parece un poco mejor y que se va a sanar?, me decía el papá. -No, don Eduardo, su hijo está muy grave y se nos va a ir en unos minutos. No podemos hacer nada ahora; mejor recemos un poco por él. Unos pocos minutos después vomitaba material fecaloideo y, tras un estertor, se apagaba para siempre. ¿Cómo podría explicar a este antiguo hacendado que las manio bras de lavados repetidos se convierten, en muchas ocasiones, como en la presente, en verdaderos crímenes para la vida del paciente? HACIA UN ENCUENTRo DESCONOCIDO enero, 1977 El río Yasuní tiene para nosotros una cierta fascinación. En él se esconden las lagunas atrayentes de Jaturn cocha y Tambo cocha; su río serpenteante guarda el encanto del silencio y de la paz y en sus márge nes es posible ver, con frecuencia, ejemplares insólitos de una fauna amazónica, variada e impactante. Pero en los meses finales del 76 el Yasuní era para nosotros la esperanza de una vía de encuentro con el pueblo Huaorani. Desde julio, la presencia de los huaorani había pasado de un mundo soñado a una realidad tangible. Alejandro Lahaca, desde tos pequeños campa mentos de la compañía CGG, había establecido sus primeros contactos y una red inicial de lazos fraternos con algunas familias huaorani y, en varias ocasiones, habíamos dialogado sobre cual sería la forma de acceso a ellos, cuando las compañías petroleras se retiraran del lugar. En noviembre José Miguel Goldáraz nos visitó en Nuevo Rocafuerte y, mientras Alejandro pasaba unos pocos días en los tambos indígenas huao, planeamos una expedición, que permitiera descubrir la vía fluvial adectiada. El y Mariano Grefa, de Pompeya, intentarían descender, desde la pequeña quebrada, donde se levantaba la casa muhifamiliar huao, río abajo. Creían, pero había que comprobarlo, que más abajo el pequeño río empalmaría con el Yasuní, que desemboca en Nuevo Rocafuerte. Si esto era cierto el problema de unos contactos seguros a lo largo de los años sucesivos estaba asegurado. 25

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