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anestesia intravenosa. Limpiamos la herida y, sobre todo, el área en que la diáfisis del húmero asomaba. Después de lavarla repeti damente tratamos de reducir la fractura y encajar las dos panes del hueso roto. Después de varias maniobras lo logramos. No estába mos seguros de que dicha reducción se iba a mantener en el postope ratorio, por lo que preferimos colocar, desde el hombro y, a través de la cabeza del húmero, dos largas agujas de Kirschner, que fija ran las dos partes del hueso. Colocamos un dren para evacuar los muchos restos de tejidos necróticos que con seguridad iban a eh minarse en los días sucesivos. No nos pareció necesario un control radiológico inmediato y la enferma fue llevada a su cama. Los días siguientes fueron normales en la evolución de una fractu ra como la presente. La paciente se mantuvo bien y solamente exisó un drenaje abundante por pocos días. EL brazo y antebrazo no sufrieron deformaciones ni edemas. La niña caminaba a las cuarenta y ocho horas por todo el hospital, siempre sonriente. Cuando realizamos un control radiográfico, a los cuatro días, ob servamos dos cosas: la primera, que el alineamiento de las dos partes del húmero era perfecto y, segunda, que las dos agujas de Kischner se las veía bien alineadas a ambos lados del húmero. Verdaderamente no habíamos escogido la dirección exacta! Pero, en cualquier caso, lo que pretendíamos con ellas se había consegui do de forma más simple y completa. Una niña como fiorela conserva siempre sus inclinaciones y aficio nes. ¡No habían pasado diez días y ya la encontramos, en más de una ocasión, trepándose a nuestros pequeños árboles de naranjo...! 48 días después de la fractura Fiorela regresaba a casa restablecida. Cuando, recientemente, nos hemos encontrado con ella y le hemos preguntado cómo va su afición por los guabos, muy seria nos res ponde que ya no se sube a elios, pero no creo que tengamos obliga ción absoluta de creerle... UNAS TRANSFUSIONES DE SANGRE OPORTUNAS febrero, 1976 La señora Carmen, de 21 años, llegó al hospital un sábado por la mañana. Venía desde Coca, donde, hacía apenas una semana, había dado a luz su primer hijo, que vivió pocas horas, antes de fallecer. Ella misma había estado a las puertas de la muerte. Estaba sumamente páli da durante el embarazo y los esfuerzos del parto habían agotado sus escasas fuerzas. Al verla entrar por las puertas del hospital, con paso 20
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